martes, 26 de marzo de 2019

Introspección

La mirada no era de atención, sí algo abstraída, no la levantaba del infinito en el que la había perdido, con un poco de imaginación se podría llegar hasta entrever qué representación tenía delante o, por mejor decir, en sus adentros. Estaba sentada en un banco de un parque, la hora no hace al caso, aún faltaba para la caída del sol, había niños y niñas jugando cerca, un pajarillo se posaba en el respaldo del banco, todo era cotidiano, nada interrumpía su aislamiento. Otra mujer, desde un banco de enfrente, la observaba, se iba haciendo cuentas de lo que podía estar pensando, hasta daba crédito a sus deducciones, "que si ahora está recordando de cuando niña y en el colegio, o de su primer novio, sus estudios, lo que le costó conseguir y mantener un trabajo, la compra del piso, la boda, los hijos....al cabo, una vida más"
Pero hubo un momento en que cambió de expresión, ahora con la mirada como abriéndose paso entre sus entrañas, a ella le pareció que el paisaje de la mujer había cambiado,  lo que estaba emergiendo no era del agrado anterior. Empezó a deducir que, involuntariamente, le habían  cambiado todos sus proyectos, como que se habían ido al traste, todo o casi todo perdido, de ahí que estuviese más ausente que presente. Lo mismo sin trabajo, lo mismo separada, los hijos ya su vida hecha, en marcha, probablemente sola, algún grave problema o desdicha. Daba la sensación de que las horas del reloj se habían sentado a su lado, pensativas también, dudaban si seguir avanzando o esperar a que cambiara su expresión, las conmovía verla así, no querían dejarla sola, sentían que debían acompañarle e intentar cambiar los acontecimientos, o bien adelantando o bien retrasando el tiempo. Por un momento la otra mujer tuvo el mismo  sentimiento, querer ayudarla, pero se decía "si no la conoces, si te lo estás imaginando todo, si igual es una persona plena, con ganas y necesidad de dedicarse un tiempo a sí misma, sin nada que hacer, sin nada que temer.."
Cuando ya prácticamente era de noche, sintió una mano fuerte de hombre que, suavemente, le agitaba un poco el hombro derecho, entonces salió de su ensimismamiento,  mientras oía "tienes cara de cansancio, deja de preocuparte tanto, ya verás como todo se soluciona"  Lo anterior que había pasado por su cabeza, no había sucedido, no había tenido a nadie delante durante el tiempo que, a poco de sentarse en el banco, se había quedado como ausente del mundo, la mujer no existió ni nada de lo percibido, todo lo que creyó ver en ella, probablemente, era algo propio...solo lo podría decir cuando tuviese necesidad de comunicarlo
Un guarda les indicaba la hora, iban a echar las puertas y no debía quedar nadie dentro. El parque, un día más, se quedó vacío, solo, algunas farolas mantenían su tenue iluminación, como una fina luz de gas, la oscuridad iba cubriendo la claridad como el carboncillo difuminado la hoja blanca de papel, las diferentes clases de aves buscaban su rama donde acurrucarse para pasar la noche, en soledad o en compañía de otros, los sonidos, a veces ruidos, se van amortiguando, dejando su sitio del día al silencio de la noche, el agua de un pequeño estanque parecía echar de menos los pasos de la gente por sus orillas, en el cielo van apareciendo los actores en una noche despejada...por fin, todo parece estar listo para que el parque, también, tenga sus horas de descanso, de sosiego y que, desde el próximo amanecer, pueda volver acoger a una pequeña parte de la naturaleza y del particular universo humano.

lunes, 25 de marzo de 2019

Chica, mujer...madre

Al entrar en la habitación, sobre la mesa, se veía un cuaderno, estaba abierto, se podía leer parte de lo escrito e imaginarse el resto, la caligrafía parecía algo torpe pero el mensaje era de aliento, palabras bonitas dirigidas al reencuentro o consigo misma o con alguien de buen recuerdo, desde el halago y la aceptación, estaban vertidas peticiones con los mejores afectos.
Un reflejo de luz clara parecía iluminar parte de la estancia, semejaba ser el aura de la persona, la calma con la que se expresaba indicaba su tranquilidad, sosiego, quietud, bienestar, su propio ser. Venía de vivir una época de tensiones, de desilusiones, de un posible adiós, de para qué quiero uno si tengo dos, desencantos, desengaños, desencuentros, uno desde fuera el otro desde dentro.
Era una mujer con mucha fortaleza, también consecuente, con sus asertos, con sus decisiones, a veces fáciles, a veces con muchas contradicciones, su fina piel resistía lo mismo un aguijón que una caricia, sus ojos además de mirar, además de ver, auscultaban, quería  ver lo positivo de las personas, descartar las sombras, quería sentir que no estaba sola. Al caminar  casi no pisaba, era como andar de puntillas, pretendía ser ingrávida como un viento en calma, trenzaba senderos hacia lo eterno, su juventud ya había caducado, desde niña zurzía su calendario de vida con tiernos abrazos.
El ayer lo mecía con mucho cuidado, lo envolvía con el calor de lo más deseado y que, si lo conseguía, con ello preparaba el mejor regalo, unas veces no sabía para quien, las otras lo utilizaba como sostén de lo más preciado. Flujos de aire se enredaban por su cabello, o la purificaban o se purificaban en ella, pasaban de aire a viento, de poder ser a serlo, de suspirar a dar aliento. Ella se expresaba acariciando el silencio, sus palabras eran como una toquilla de seda, más que suaves eran consejas llenas de una fantasía ultraterrena.
Pasaba mucho tiempo sentada en una mecedora, orientada hacia una ventana, decía que no quería dejar sola a la alborada, quería saludarla todas las mañanas, darle una abrazo y un consejo "con tus labios puedes dar un beso, como buen consuelo, pero con tu mirada, además de eso, puedes expresar: detrás de ti, el cielo"
Sus ojos eran pequeñitos, vivos y brillantes, piedras preciosas con destellos de adolescentes amantes, turbados por un naciente sentimiento amoroso, algo candoroso pero, ante todo, hermoso. Las manos eran de diseño, de molde pequeño, tanto, que en ellas cabía un universo, pues una caricia suya era algo eterno. Su cabello era eso, suave requiebro, almohada de dulces sueños. La piel fina, ya está dicho, de mujer, de hija, de madre...de amiga.
Había vivido en una jungla de problemas, juncos más altos que ella, a veces la rodeaban, la envolvían, no le dejaban ver la solución, tenía que intuirla, debía usar la imaginación, con sus aciertos o errores se inventaba y tarareaba una canción, con ello, mientras la entonaba se sentía con fuerzas, con ganas de vencer, con el empuje suficiente para atardecer lo arduo, para sentir que lo más duro, se disolvía, se empequeñecía, que dejaba de ser un calvario.
Una mañana, al correr los visillos de la habitación, se reencontró con parte de su mundo latente, creía que era producto de la fantasía, pero lo que tenía delante, era tan real, como que era ella misma, a través de la  lozanía de sus pasiones, ancladas en el corazón de algún antiguo amor que, si se perdió por el camino, nunca dejó de balancearse en el interior de su corazón.

Acuarela

Pintor de cuadros, albañil de deseos, con la paleta en la mano, mezclando colores y anhelos. Nunca se consideró, ni fue, más que perito en crear bosquejos de ideas al vuelo, el lienzo blanco acogía lo mejor, o al menos, lo más cercano a lo que sentía, a lo que vivía en cada momento.
La acuarela le resultaba difícil, por mezclar correctamente la pintura con el agua, por armonizar un dibujo en rayas curvas con figuras planas. El óleo, el carboncillo y otras técnicas, apenas las usaba, pocos retratos o bodegones, más alguna alegoría u otras creaciones, le ocupaban su dedicación a expresar los rincones de su naturaleza, de sus gustos y sus pasiones.
El caballete, los pinceles, la esponja y el paño, los tenía ordenados en el estudio lo mismo que en su mente, como corolario de su forma de hacer, de reflejar lo que tenía delante, lo que percibía como notario de una realidad, de un pasado y un presente.
No le faltaba ocasión para dar vueltas y vueltas en ver de qué color podía pintar la mentira y la verdad, lo bueno y lo malo, la fantasía y la realidad. Pensaba que tal vez podía pintar el aire, que era cuestión de fijarse, que a veces estaba quedo en el cuadro, que otras se movía sin rumbo, pero que llegaría a su destino, a la fórmula de plasmarlo sin ser humo.
Cuando salía a pintar la naturaleza, primero caminaba por el lugar, para coger la idea, tal vez soñarla y conseguir ser capaz de plasmarla, con susurros musitaba alguna jaculatoria, como si fuese la panacea que le facilitaría ser el propietario del mundo, el que a fuerza de modelarlo muchas veces no llegaba a comprender, pero que quería entender, para que, vistiéndolo con vivos colores fuese, si no un patrón de referencia, sí al menos ese pequeño consejo que todo lo arregla, o que al menos lo intenta. Cada ocasión era un vuelo a la inspiración, una llamada al candor de un garabato gracioso, juguete de pintor, trenecito vaporoso de ilusión.
El cuadro es cuadrado, la pasión sin forma, con venas trepadoras al limbo de lo imaginario, a los sueños sin dueño. A veces, mirando al vacío, creía ver la imagen buscada lanzando un eureka, diciéndose, dibujaré lo sencillo con textura de lo eterno, con las manos acariciaré el lienzo y con el corazón latiré deseos.

La casa estaba vacía

La casa estaba vacía, su moradores se habían ido lejos, muy lejos, sin vuelta, allí se va para siempre, él antes, ella después.
La casa estaba vacía pero, a veces, hablaba, de recuerdos, de alegrías, de lamentos, había sido testigo de vidas, de idas y venidas, de nacimientos, de encuentros, de distanciamientos, de despedidas. Vivió el origen y el final de quienes la adornaron, quienes cubrieron sus paredes de paisajes, retratos, bodegones, de cuadros, los que le habían dado presente, futuro y pasado.
La casa estaba vacía, fría, no recibía calor, ni de afecto ni de calefactor, de ninguno de los dos, se oía a los vecinos las quejas, antes había ruido, molestias, pero nuestra casa estaba atendida por otra compañía, decían, en verano ventilador, ventanas a medio abrir o cerrar, según se mire, si con optimismo, medio abiertas, medio cerradas con las ilusiones ya quebradas.
La casa estaba vacía, no se oían pasos, solo silencio, ni se oían la tele o la radio, solo silencio, el agua no corría, solo silencio, la cocina ya nadie la encendía, el último menú se hizo hace tiempo.
La casa estaba vacía el eco de alguna pisada evocaba algún paseo, las puertas giraban como abanicos ventilando algún pequeño desvelo, el silencio hablaba con palabras llenas de empeños.
La casa estaba vacía, una ventana parecía sonreír, pero no, era el reflejo de alguna ilusión, hay quien dice haber oído algunos días como una voz, no son psicofonías sino alguna melodía que quedó prendida dormitando en un rincón.
La casa estaba vacía, la puerta de un armario entreabierta, como alerta a qué podría pasar, las perchas parecían moverse, descolgarse de su letargo, querían pero no podían dar un abrazo al abrigo marrón, a la blusa beige, al vestido fantasía, a las prendas  conjuntadas en armonía, que día a día, habían cubierto ilusiones, anhelos, deseos, algunas pasiones, corazones, abiertos, certeros, cuerpos pequeños, cuerpos como alegorías.
La casa estaba vacía, podrá albergar nuevos moradores, podrá volver a acoger vida, podrá canturrear otras canciones, podrá dar cobijo durante las cuatro estaciones pero, por alguna esquina de alguna habitación, echará de menos tal vez la voz, tal vez el olor, tal vez el atrevimiento o el candor de quienes la cuidaron antes, quienes rejuvenecieron su apariencia cuando habían pasado los años, poniéndole guapa con otro color de pintalabios o cubriéndola de seda blanca para dejar pasar el sol por las ventanas.
La casa estaba vacía, como los corazones que ahora la contemplan, los que juguetearon por sus pasillos en horas inciertas, los que, después, tomaron en las comidas una tortilla, un cocido, para merendar el bocadillo y de postre unas natillas...todo ello al calor del cariño, los que en su juventud, y pasada ésta, un día echaron, por última vez, la llave de la puerta y de sus recuerdos en ella. Sobre el escritorio había un diario de 100 hojas, faltaba la 91, alguien debía arrancar la 93 y cerrarlo después de escribir "adiós"
Esta casa, como tantas otras, se quedó vacía, de personas, de zozobras, pero plena de futuro, de otras buenas atenciones...de calor humano, de otras vidas con sus afectos y sus temores.

Sombras del pasado

Cerró los ojos y sintió que ya no estaba, había desaparecido, como hacen los niños, el mundo se había quedado afuera, oía pero no veía, el aire seguía siendo aire, lo notaba en la cara, si le rondaba una idea, pensaba que ya no era de su esfera, quería sentir la ingravidez de estar libre de problemas, pensaba que podía pensar sin pensamientos, sentía que podía controlar los sentimientos, quería poner también un velo al cerebro, hemisferio izquierdo, hemisferio derecho, ahora sí... pero, después...no entiendo.
Sentado, con los ojos aún cerrados, se  imaginaba andar como un sonámbulo, los brazos extendidos, de frente, con la certeza de que no chocaría con ningún obstáculo, que a los desacuerdos, dejar pasar el tiempo, que a las críticas, oídos sordos y alguna sonrisa, que al desapego, si te he visto no me acuerdo, que a un "te quiero” tenías que habérmelo dicho en nuestro último encuentro.
Siguiendo sin ver, empezó a pensar, que era capaz de ver más que teniendo los ojos abiertos ya que así, tanto la claridad como la oscuridad, lo veía igual, mientras que sin ver, se sumergía casi en lo eterno, viendo, tropezaba no con lo nuevo sino con lo más añejo.
Los días eran traviesas de una vía de tren, uno tras otro, paralelos del último al primero, el espacio era un hueco, a veces grande, a veces pequeño, pero siempre en sus adentros, para llenarlo valía un pequeño reconocimiento, ni siquiera que fuese un halago, para dejarlo vacío, valía cualquier contratiempo...los contaba por meses, por semanas, por momentos.
Cuando iba a levantar los párpados le vino a la mente aquel agradable verano, lo mismo que la primavera que había vivido muy placentera, o ese invierno, que a pesar del intenso frío, había sido caluroso en lo afectivo, con los conocidos y los más próximos, sin olvidar un otoño repleto de hermosos recuerdos, la expresión le había cambiado, se había quedado dormido, a pesar de la marabunta anterior de distorsionados sonidos internos, de ruidos en silencio, de ideas con poco acierto, entonces, sintió en la mejilla un beso...te has quedado dormido, siento haber interrumpido tus sueños.

Paisaje

A su alrededor, en su discurrir del tiempo, todo estaba en movimiento. Un cerro, un arroyo, un puente...el viento. Un camino, una carretera, un sendero...el cielo. Sus emociones, sus pasiones, sus afectos...sentimientos.
Desde la ventanilla del autocar perdía la vista, la dejaba volar, viajar sin más límites que el horizonte, que se impregnara de colores, de esencias, de sabores, que si se posaba para descansar o disfrutar de lo que tenía delante, que no se olvidara después decírselo a él.
El tiempo, las horas, sentadas a su lado, no querían sentirse solas, querían ir de su mano, como turistas, como testigos, de lo completo y lo banal, de lo eterno y lo frugal, querían vivir alguna otra emoción, si no nueva, si con algún cambio algo sustancial, tenían la certeza que en su tránsito con esa persona lo podrían encontrar. Sabían que con él, al Norte, el error, al Sur, la equivocación, al Este el desacierto y, al Oeste, el fallo, bueno, dicho con rima, el desconcierto. Mientras tanto, sus ojos, con el paisaje que tenían delante, iban de la maravilla al encanto, del gusto al placer, del ensueño a mecerse en columpios sin vaivén.
Él, con  tanto trajín durante unas horas, como partes de la esfera de un reloj, parece pedir que, al menos ese día, su reposo no fuera en la posada aquella que Don Quijote, con su daga, amenazaba con reventar pellejos de vino, para desfacer entuertos, para proteger al menesteroso, para salvar a su amada...frotándose los ojos, les sugiere que vuelvan a la realidad, que le están haciendo divagar, que la fantasía bien está pero que, ni por poco ni por cuanto, quiere tener que vérselas con el bachiller Sansón Carrasco.
El sol había trabajado el día, iba ya de recogida, la tarde amanecía, eran los albores del anochecer, antes la luna, algo coqueta, se empolvaba la cara, un poquito de rímel, poquito, y un sombreado de ojos, pero rapidito, hay que ser femenina pero no llegar tarde, bueno, no muy de noche, las sombras empiezan a coger forma, cuerpo, el color se va perdiendo, claroscuros, el horizonte se va diluyendo.
La vista ahora ve que necesita, por unas horas, unos bastones para no darse tropezones, ¡antes tanta dicha para llegar ahora a esto, se dice...ay que ver! Hay que ver una claridad decreciente, luces artificiales emergentes, el paisaje pasa de ser un Casanova a unas siluetas, algo duras, a veces, en sus formas, pero se diría que, aún así,  también enamoran.

Afectos

Viajaba mucho, viajaba por fuera y por dentro, conocía bien tanto una como otra geografía, la una era por el mundo, la otra por sus pensamientos. Su formación era buena, en abierto, pero algo confusa, en lo interno, el blanco y el negro los confundía, sin concierto, sin acierto, chocaban sin ningún tipo de arreglo, pretendía colores limpios y los emborronaba al momento. En sentimientos tropezaba, naufragaba, se despeñaba desde la altura de sus afectos.
Como actor, la obra que representaba, era de amor, la adaptación a su papel era superior, casi nunca se salía del guión pero, si en alguna ocasión improvisaba, lo mejoraba, las emociones escritas, imaginarias, eran como su paraguas, se cobijaba al calor de su sombra, era capaz de empaparse de pasión, de cálida entrega, su pareja en la obra se confundía, como le conocía en persona, no sabía si seguir dentro de la obra y soñar o al terminar su trabajo, dos besos en las mejillas de despedida y hasta el próximo día, sin sueños... sin otros proyectos.
Con el paso de las funciones el éxito iba a más, el programa se tuvo que ampliar, había quien repetía, decían que eran buenos personajes, buenos actores, auténticas vivencias de amores, a ritmo de canciones, de entregados corazones.
Pero mientras tanto ella se iba distanciando cada vez más, le iba costando poderle aguantar esa frialdad entre actos, mezclada, fundida, con una interpretación pasional, convincente, aún con el paso del tiempo a ella le hacía dudar, vez tras vez, si lo que vivía era pura fantasía de mujer enamorada o era producto de su imaginación, totalmente distorsionada, no quería seguir en esta situación por mucho más tiempo, pensaba que al dolor la caducidad también le llegaba.
Aprovechando el día de descanso semanal, quedó con él para cenar, para hablar, para aclarar o aclararse, qué camino tomar, si dejar de trabajar en la obra o hacerlo cada vez peor para que fuese cesada. Llega la hora de la cita y él no aparece, pasa el tiempo, mismo resultado, se va inquietando, impaciente pide al camarero la cuenta...pasados unos minutos ve cómo se va acercando el mismo camarero con un ramo de flores, un ramo muy particular y conocido por ella...no entendía nada, ¡era el mismo ramo que él tenía que entregarla casi al final del último acto!...cada vez entendía menos de lo que sucedía, cada vez se confundía más, con el ramo iba una nota escueta: Mañana no me preguntes, pronto se acabará el contrato, entonces será cuando te explicaré mi comportamiento y lo que siento por ti.

Rutinas

Era persona de ciudad, tenía estudios, su ordenador y su televisión de la mejor calidad, su coche de lo más silencioso, su piso moderno y espacioso, con frecuencia decía que le gustaba la rutina, que era el camino más directo para conseguir, lo que para sí, era casi una fortuna.
Todo tendía a ser rutinariamente a la misma hora, así, levantarse para vivir, siempre temprano, no fuera que se perdiese la mejor fruta a mano, acto seguido y sin demora, la más relajada sonrisa, la mirada sosegada, la boca como para lanzar un beso que viajase con el viento, compartir afectos, cariño, amor, esa rutina sí que era la más exquisita, esa era la de mayor esplendor.
También estaba el trabajo, decía que eso sí que era rutina, pura y dura, además muy pesada, que sabía de quien disfrutaba con ella, pues se encontraba a gusto, sin disgusto, sabía que, a veces, echaba de menos una rutina pesada, aunque solo fuese por ver si era sabrosa o demasiado salada.
Las deudas se saldan a tiempo, una rutina más, compra, limpieza, arreglos, ninguno quedará atrás, los niños y el colegio, el estudio, las notas, hay que aprobar, el día uno de cada mes, el día de final, todos los meses deben cumplir una rutina voraz. Los cumpleaños, los aniversarios, el día del libro, el día del padre, el día del niño, el día de la madre, el día del desfile, el día de la procesión, el día del correveidile, el día de también te lo digo yo.
La rutina de la propia vida, la rutina de cada mañana, la rutina de cada noche, la rutina a trote y moche, la rutina por crecer, la rutina por establecer, la rutina por abrazar, la rutina por olvidar, la rutina que amansa, la rutina que no descansa, la rutina nueva, la rutina vieja, la rutina amiga, la rutina vecina, la rutina de hacer lo que no se quiere hacer, de escribir al derecho cuando apetecería hacerlo al revés, de apagar cuando se querría encender, la rutina de decir hola cuando el sentimiento es el de hasta más ver, la rutina de entornar los ojos para recordar lo que se ha sido y no lo que se quiso ser.
Adoraba las rutinas porque, en su interior, no las obedecía, no las cumplía, si aceptaba una, la que más le convenía, el resto, era puro pasatiempos, desde su pensamiento de una supuesta ecuanimidad, proponía que rutinas las apetecibles y, al ser posible, ni una más.

Reloj de Cuco

Aquel reloj era como un diapasón, con movimiento pendular, a la izquierda daba los segundos, a la derecha los minutos, para dar la horas casi se paraba, las impares más deprisa, las pares eran como una brisa, su forma de medir el tiempo era distinta, diferente, de otra manera, que el tiempo era benigno, aflojaba el ritmo, que hacía frío, al trote y al galope, como se juega con los niños.
Aquel reloj no era de carillón ni de pulsera, no era cuadrado ni de esfera, las dos manecillas eran iguales, decía que era un defecto de fabricación, pero que lo prefería así, pues lo veía como tener pedigrí.
Aquel reloj, cuando se adelantaba se ponía casi feliz, pues decía que llegaba antes para estar junto a ti, pero cuando se retrasaba, él no decía atrasaba, que no era por descuido suyo, que él hacía su trabajo lo mismo que tú el tuyo.
Aquel reloj debía cantar algo así como ¡cu cú! ¡cu cú!, a la vez que, casi de golpe, se abría una puertecita y deprisa, como un fugitivo , salía algo parecido a un pajarito, abriendo y cerrando el pico, la mayoría de las veces parecía desperezarse, como si acabara de levantarse, de salir de un encantamiento, a veces complicado, a veces fresco.
Aquel reloj tenía dos contrapesos, prendidos en unas cadenillas, una vez al día había que tirar y subirlas, ponerlas en lo más alto para que después, en acompasado descenso, fueran bajando a la par, algo que no sucedió jamás, se llegaron a hacer apuestas pero nunca se consiguió acertar.
 Aquel reloj parecía la rebelión pura, algo extemporánea, sin ideales, sin masas, sin banderas ni máximas, cada componente iba a su libre albedrío, que eso de dar las horas estaba bien, era su trabajo, pero que no a destajo, que si tenía que luchar por un convenio, pues como el primero. Su mayor lamento eran las vacaciones, los fines de semana, de vez en cuando, se paraba y aquí no ha pasado nada, pero hacerlo durante treinta días eso era una osadía.
Aquel reloj decía que era como la propia existencia de cualquier persona corriente, normal, de diario, por la mañana, las mejores intenciones, a mediodía, a ver las que cumplía y por la noche, por la noche, hacer recuento de la jornada mientras preparaba, como broche, algunos sueños, metía en el corazón sus ilusiones, suavizaba sus latidos: "tic...tac.......tic........tac...........tac" mientras que, en voz baja, decía...buen descanso y a hasta mañana.
Aquel reloj podrías ser tú, podría ser yo, o tal vez ninguno de los dos, pero a buen seguro, fue y será, el método más oportuno, de decirnos a cada uno....yo doy las horas, no la vida, vívela antes de que se apague, antes que de ti se despida.


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