martes, 16 de julio de 2019

Solo y a solas


En una casa aislada, con su establo y redil cercanos, a la ladera de una esbelta y elegante montaña, transcurría la vida de un pastor nacido y criado allí mismo, habiendo tenido pocos contactos con la ciudad. Formado en el trabajo, adiestrado en adiestrar, sensibilizado a otras formas de vida, llegó a ser director de  tropas ovinas y bovinas, teniendo como cuidadores y subalternos a unos dóciles perros pastores.
De pequeño le gustaba jugar con todos los animales con los que convivía en su finca, además de estar familiarizado con la fauna allí existente, se sentía parte de un mundo distinto, para él bonito, porque no necesitaba juguetes animados pues los tenía naturales, pensaba que para qué pedir más, únicamente tenía un pesar y no era otro que sus compañeros crecían más rápido que él, y en poco tiempo veía de adolescentes a los que antes había tenido como crías o cachorros.
Los días nunca llegaban a ser monótonos, sin atractivo, pues aunque habituado a cromáticos amaneceres como pinturas renacentistas o con sonidos armónicos como melódicas sinfonías, si se diluía ese ensimismamiento por unos instantes, no desaparecía la belleza ni se perdía el equilibrio por lo simple, lo sencillo, porque aún quedaban estímulos como las distintas intensidades de azules, el verde de una vegetación que competía en ver si quedaba mejor al óleo o en acuarela, la fragancia única del aire o el maternal calor del sol, que volvían a hacer revivir la calma y sosiego.
Algunas temporadas tenía que abandonar su morada para desplazar a sus semovientes al interior de las montañas amigas, pues el pastoreo que hacía no solo era de llanura, también de altura, no le importaba romper su rutina para proporcionar los pastos más apetecibles a sus reses, el resto se quedaba al cuidado de a quien delegaba en cada ocasión hasta su vuelta. Preparaba su zurrón para unos días, cuando se le acababan las reservas, dejaba a sus lugartenientes al control de los animales, mientras hacía el camino de vuelta al poblado.
En muchas ocasiones, sobre todo en sus idas y venidas, cuando desde lo alto veía humear la chimenea de su casa, sentía cómo se fundían ese vapor de hogar y sus anhelos en un solo cuerpo y ascendían juntos hacia los deseos, se planteaba la necesidad de una compañera, de fundirse también en un abrazo, en unos besos, en unos hijos....en compartir su "yo" con su "ella", de dejar de soñar y de hacerlo realidad. Pero siempre se quedaba en este punto, no quería dar ese paso adelante, oportunidades tenía, pero parecía que no se decidía a romper ese encantamiento, era como si, a modo de Calixto y Melibea, esperase a que una Celestina salvadora le sacara de esa indecisión y de esa soledad sempiterna.

Sequía


Lajas de rocas, con forma de misiles, apuntan hacia el cielo, no son nada belicistas sino que parecen estar buscando el punto más certero de alguna nube para que descargue algo de agua. Árboles con hojas amarillas, marrones, también verdes, beberían el agua a sorbetones. Cielo azul, entre azul cielo y azul celeste, nubes dejándose ver, como cargadas de agua pero, en realidad, ausentes. Todos ellos van dando forma a un paisaje muy suave, amigable, la naturaleza se manifiesta en un otoño de primavera, con camiseta, la nieve lo respeta, por su ausencia. Flora y fauna, sentadas en la puerta de su casa, esperan, a veces rezan, plegarias de deseo con tintes de consuelo, tienen sed, buscan agua para beber.
Por las noches, hay reuniones y asambleas en el firmamento, cada astro da su opinión, excepto el sol, él sabe que puede contribuir a la sequía, pero no quiere sentirse culpable, alega que es conocida su condición, que no puede dejar de trabajar, que hacer una huelga no ha lugar, pues la Tierra, en unos días, se enfriaría y esto sería peor. La luna se defiende, dice que ella por las noches refresca, no echa agua, tampoco anega, pero que ayuda con su bajada de temperatura. Las estrellas no quieren compromisos, recuerdan que ellas lucen cuando el cielo está listo para la tranquilidad, que la noche que llueve, se van. ¿Y las nubes, dónde están, por qué no acuden a la cita? Hay quien dice que han ido a por agua, que en el planeta Marte han oído a los terrícolas que la hay, incluso en abundancia, que han visto a algún bichito de ellos por allí pero, que como no veían que con esto se pudiese solucionar el problema, ellas querían aprovechar esa ocasión. Los días, las noches, van pasando, unos con otros se disculpan, yo hago mi función, dicen, a ver las nubes, es cosa de ellas, a veces han estado ociosas, incluso, junto con alguna tormenta, han malgastado agua a destiempo, sin sentido, y ahora ¿qué?
Pasan "las horas luz" (el tiempo en el espacio debe medirse así), que debo ser yo, que debes ser tú, no hay acuerdo, ni tampoco agua. Algún astro ingenioso propone que el sol centre todos sus rayos en el agua del mar, que la luna y algún meteorito sin destino definido, hagan mientras un eclipse, de esta manera se tiene que evaporar el agua y una vez arriba enfriarla para que se vuelva a hacer agua, agua de lluvia, ir almacenándola para después repartirla por partes de la Tierra de mayor a menor necesidad...pero, ¿y las nubes dónde están, qué hacen? ellas tienen que almacenar el agua, tienen que transportarla con ayuda del viento, y después ir regando pero que sea despacio, no torrencialmente, casi mejor localizar nubes pacientes, indulgentes, nada de nubes inquietas, debe hacerse rápido, pero los aguaceros para otro momento.
Ante estas circunstancias se va viendo la necesidad de un coordinador, un director, una astro con autoridad al cabo, pero ¿quién? Nadie quiere asumir esa responsabilidad, pues dicen que, si sale bien ha sido gracias al sol, a la luna o vaya usted a saber a quién, pero, seguro que si sale mal, no se busca más, ha sido por el coordinador, director o como se quiera llamar. Otro astro, como idea recurrente, propone enviar Perseidas que, al ser una lluvia de estrellas fugaces, podrían soslayar el problema de la sequía, por no burlarse de tamaño desacierto, únicamente se le expone que además de lluvia hace falta que sea de agua. No hay ideas claras, tampoco una gobernanza, cada vez es mayor el trasiego por el espacio abierto. En este ir y venir, otro astro, del observatorio medioambiental, apunta sobre la necesidad de intervenir con urgencia para disolver la cantidad de contaminación que están recibiendo desde fuera. En poco tiempo se pone en marcha un plan de acción en el que la prioridad es que haya lluvia, mucha lluvia, para la Tierra y que, junto con el agua vaya un mensaje: "nosotros os cuidamos, cuidarnos también vosotros"

La tarde llegó...tarde


La tarde venía tardía, parecía que se había entretenido  en su camino, se acercaba como cabeceando, moviendo el cuello de un lado a otro, lo mismo que si tuviese dudas, cuestionándose su andadura. El sol, en su recogida, la miraba displicente, pero serio, no quería que eso se hiciese hábito, no le importaba recogerse algo más tarde, pensaba que eso sucedía en todo trabajo, no obstante tenía que hacérselo notar, era puro tema de educación, si a un hijo o hija se le enseña a cumplir, ¿por qué no a ella? a veces los miramientos no son buenos.
¿Y la luna? ¡trinaba! su planteamiento no era otro que, si empezaba a deshora, no se iba a encontrar a gusto, "que si esa nube se desorienta, que si aquella estrella se despista", ¡esto no puede ser! el sol que haga lo que quiera pero, él se va, ya no es su hora, "amigo" es que es la mía, es la noche y, mira, horas extras ninguna, pues lo mismo al viento le da por soplar, al frío por aterrizar, ¡que no! que si no se lo dices tú se lo digo yo, ¡hasta ahí podíamos llegar!
No se sabe si se hizo la paz o hubo un acomodamiento de la luna pero del atardecer, hacía ya un buen rato, se había pasado a la noche, parecía que con la oscuridad los ánimos se habían clareado un poco, solía suceder así, después del enfado solía venir un tiempo de paz, o tal vez de recapacitar, ¿qué se consigue con un enfado? mínimo otro enfado, era la respuesta, y esto ¿a dónde nos lleva? ¡Eso sí, pensaba, mañana se lo digo! el horario es el horario, lo mires por donde lo mires, pase por esta vez pero ¡una y no más Santo Tomás!
La verdad es que si fuese la primera vez, vale...pase, pero ¡cuidado! que ya sucedió en una ocasión ¡y encima se enojó en sus respuestas cuando se le corrigió y, no...de eso nada, faltaría más! vamos, que llega tarde "la tarde" y ¡cállate! pues no, de ninguna manera, al pan, pan y al vino, vino, así es como me educaron a mí.
En el transcurso hacia la eternidad, pasando antes por el siguiente amanecer, en la alcoba principal del firmamento todo era sosiego, como si de pasar lista se tratase, todos afirmarían su presencia, la Vía Láctea, la Osa Mayor y su hermana la pequeña, Marte, Neptuno, Plutón ... y, en este concierto, se veía algún viajante, como era alguna nave espacial del planeta tierra, curioseando por los cielos.

Momentos


Un día se puso a dejar correr la vista por su entorno, sentado en el comedor de su casa, relajado, miraba los cuadros, el reloj de pared que estaba parado, un adorno de otro país, unos trofeos en la estantería, una foto familiar...momentos.
El reloj no funcionaba hacía tiempo, no lo activaba a intención, marcaba las doce, las dos agujas ahí, superpuestas, ¿mediodía o medianoche? ¿o el valor era el número doce?...momentos.
El piso era antiguo pero bien cuidado, era como ambivalente, pues lo mismo reflejaban el paso del tiempo que una cierta actualidad, convivían lo antiguo con lo moderno, dentro de ello estaba su perro, de cualquier edad, tranquilo, siempre a su lado, tumbado como corresponde a este tipo de animal, la mirada típica también, como si estuviese viajando en el tiempo, reflexiva, se diría que esperando un movimiento, una instrucción, así cada cierto tiempo, giraba el cuello para observar a su amo mientras daba un lengüetazo y volvía a su postura anterior, él también, de vez en cuando, bajaba la vista discretamente y se fijaba en el perro, inmóvil cual estatua posada en el suelo....momentos.
En las ventanas había algún tiesto, las plantas eran geranios, los regaba a diario, echaba poco agua pero aún así era más que el empeño en hacerlo, parecía que había sido una herencia no un deseo, alguna vez pensaba en sustituir al menos las plantas, no quitar los tiestos, pues hacían de pantalla para evitar la mirada de alguien indiscreto, pero, para qué cambiar, se decía, si con ello solucionase algo lo haría, pero sabía que no iba a avanzar nada....momentos.
De fondo sonaba música de la catalogada como Clásica, aunque en otras ocasiones también oía a algún clásico del Blues, del Rock o algunas Baladas, casi siempre en idiomas que no entendía, pero decía que le bastaba en ocasiones la melodía, en ocasiones el tono de voz, en ocasiones el simple golpeteo rítmico de la batería. Estaba escuchando la cuarta sinfonía de Mahler, no era su compositor preferido pero quería oír la voz de la soprano, entre los compositores que más solía escuchar estaba Hydn, sus sinfonías, para él, eran el camino más directo para conectar con este tipo de música, aunque también escuchaba con frecuencia La Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz, compositor francés, pero ahora no quería oírla....momentos.
Tenía un libro en las manos, lo leía casi con más devoción que atención, era una novela actual de un autor famoso, uno de esos libros prestados que hacen el camino de ida pero no el de vuelta, suelen quedarse trasnochados junto con otros propios que, o bien no fueron leídos o bien no fueron de una lectura con el mayor agrado. El tema del libro le resultaba interesante, con resonancias personales...momentos.
El aire de la habitación estaba impregnado del olor de un ambientador, en otro tiempo de olor a tabaco, quedaba un cenicero que desde hace tiempo no cumplía esta función, ya no hospedaba colillas en ocasiones de tabaco rubio y en otras de tabaco negro, en días festivos de algún puro....momentos.
Pasadas unas horas se levantó, estando parado, de pie, fue girando la cabeza, recorriendo ese abanico de momentos que eran parte de su historia personal, de esos recuerdos que, lo mismo añoraba como que los dejaría ir de la mano del viento.

sábado, 13 de julio de 2019

Un mundo ideal


Era un pueblo situado en un valle rodeado de altas montañas, los fenómenos meteorológicos solían hacer una excepción. El viento huracanado se convertía en suave brisa, la lluvia torrencial se atenuaba hasta hacerse bruma, el sol calentaba pero sin atosigar, el frío a veces daba vahos de vapor, las tormentas, en las pocas ocasiones que había, eran sin relámpagos y con sordina. Los moradores de este lugar,  tanto personas como animales, disfrutaban de unas condiciones de vida como diseñadas por un arquitecto especialista en sueños.
El humo no era contaminante sino con olor a aromas de eucaliptos, los ruidos se convertían serenas melodías de arpa o clavecín, las prisas en un "pase usted primero". No había competitividad, solo solidaridad, tampoco nadie era extraño pues, aunque se fuese un desconocido, los saludos eran abrazos, la soledad no existía solo la compañía, el yo se convertía en un nosotros.
En la escuela no había pizarra, todo se hablaba, en circulo, quien sabía de algo lo compartía, lo explicaba hasta que el último lo entendía. La medicina era natural, suficiente para vivir en salud, en un ambiente de esta calidad, con descanso y unas plantas, no se necesitaba más. 
Trabajo no faltaba, se repartía entre todos, cuidar el campo y animales era de lo más atractivo , las casas, los muebles, eran también con recursos próximos y sin perjudicar el medio ambiente.
El juego en los niños era creativo, producto de la imaginación, del ingenio, colectivos, de todos amigos, no tenían máquinas, no las necesitaban, se fabricaban lo que hacía falta...la mayoría de las veces jugaban estableciendo unas reglas que se cumplían.
No había más noticias que los acontecimientos locales, no había autoridades, no había dinero, solo ayuda y consejo... 
Cuando salió de su ensimismamiento se dio cuenta que, lecturas maravillosas como el poema "El mundo al revés" de José Agustín Goytisolo, "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll, algunas fábulas...debía espaciarlas más en el tiempo para que la realidad fuese menos costosa de llevar.

Escenas


Los libros estaban en una estantería del salón, colocados en fila y uno inclinado a modo de contención, así en cada línea, por temas, todo muy pensado, escrupulosamente. En la parte superior los que se leían de vez en cuando, eran los de Ciencia, descendiendo una balda, los de Parapsicología, de más antiguos a más modernos, de izquierda a derecha, en el centro los de Novela Negra, estaban muy usados, los picos de las hojas doblados, en este lineal no hacía falta libro inclinado de contención, estaba completo, incluso se había habilitado la tabla siguiente para esta serie y, por último, abajo la colección de Brujería.
La casa, en general, era sombría, a intención, luz tenue, indirecta y lámparas de pocos vatios, el salón, si cabía, era aún más lúgubre, a pesar de ello y aunque parezca el mayor contrasentido, brillaba de limpieza, si se levantaba un libro antiguo, con rastro de no haberse movido hacía tiempo, al pasar el dedo por las hojas o al hojearlas, no aparecía ni una brizna de polvo, aunque hubo quien dijo que en una ocasión si lo vio, era "polvo de estrellas" como si correspondiese a las cenizas de un antiguo científico que moró un largo espacio de tiempo en aquel lugar.
Situada en las afueras de la ciudad la arquitectura era muy particular, la fachada principal tenía siempre la puerta abierta, se confiaba que no iba a haber intrusos, las ventanas delanteras, y de un lado a otro, variaban de tamaño, desde dos grandes ventanales a ventanas pequeñas, repartidas en las dos alturas de la mansión. En los laterales de los ventanales había dos pequeñas columnas, de adorno, pero con unos capiteles en los que aparecían figuras mitológicas que podrían corresponder a algún astro desconocido, no se aconsejaba detenerse mucho a observarlos pues, aunque no se le daba demasiado crédito, se hablaba de leyendas con algún maleficio.
Todas las ventanas estaban cubiertas con visillos oscuros en los que si se iba girando la mirada a lo ancho y/o alto del telar parecían distinguirse diferentes figuras deformadas y animales extinguidos a través de hologramas en colores metálicos, pero muy difuminados.
Los alrededores estaban circundados por cipreses, algunos casi centenarios, y setos cortados o bien en forma de hoz o bien de guadaña, a los lados de un camino que acababa en la entrada de una cueva, a la que se podía descender por una escalera en mármol amarilleado por el tiempo, pero antes había que abrir una verja de dos hojas que simulaba una gran boca de un animal voraz, detrás estaba una puerta de madera que se habría en dos mitades y, para abrir la parte de arriba había un hueco en circulo por el que se tenía que introducir la mano sin saber qué podría haber o qué podría pasar al hacerlo.
En el trascurso de los minutos el silencio parecía que podría rasgar hasta la propia oscuridad, el viento algo agitado incendiar el cercado en piedra de la finca, el ir y venir de unos clamores en forma de aullidos lo invadía todo...al fondo iba emergiendo una silueta, lo más parecida a una persona...un intenso foco de luz y...¡corten! ¡corten! hay que repetir la escena otra vez...

Caminando


Casi todos los días salgo a caminar, cuando paso por el parque ahí le veo, como una esfinge, encogido por la edad, apoyado en un bastón casi más alto que él, es así de pequeñito, lleva puesta una desteñida gorra  verde, debe ser de una Caja Rural, está muy desgastada, un cigarrillo a medio consumir entre dos dedos de su mano derecha, es menudo, pequeño, me recuerda a un tío mío del pueblo. No le conozco, solo de vista, pero me saluda como si fuésemos viejos amigos, le respondo con cortesía, creo que se la merece, parece estar solo en la vida, la mirada perdida no sé si al pasado o al futuro, está sentado, no para el tiempo, lo deja pasar, como compañero de los árboles, está en silencio, yo salgo a caminar, él a sentarse, yo a intentar participar en la vida, él a contemplarla, cuestión de edad. A su lado está una paloma, acurrucada, ¿quién acompaña a quién?... al menos están juntos, no se estorban, tampoco van de la mano, están, que ya es bastante, cada uno hace su función en la vida, él debió volar algún día, ella parece cansada de hacerlo. Me voy alejando, les voy viendo más pequeños, pero ¡qué grandes! son reflejo de una realidad, de uno mismo, cualquiera de los dos hablan de mí o de ti, hablan en silencio, va creciendo alguna nube, siento que son sus sueños, es blanca, pequeña... ilusionante, como manto caluroso en el frío transcurso del tiempo. Continúo mi camino, el de siempre, acompañado por una molesta mosca, doy mil manotazos al aire pero, cual avión de guerra, vuelve a aterrizar en mi ya descubierta cabeza, parece ser su objetivo, pertinaz, molesta, no me deja, mi sudor debe ser su apetecida miel, ¡qué mal gusto! propia naturaleza.
A veces salgo a buscar algo, algo perdido en la almohada de los sueños, sueños enredados en algún pliegue de la tela o de mi ya añeja piel, enredados en otros sueños, los de la infancia, pequeños, de juventud, siempre inquietos y, los más recientes, algo encubiertos.
Una vez más, por la tarde, en mi deambular por la soledad, me lo cruzo, me detengo y le saludo, hablamos pero esta vez ya no es del tiempo, sino de nuestras ocupaciones a esas horas, los paseos. Por la mañana se mueve en el otro extremo del parque, entiendo que algo más alejado de su Residencia de la Tercera Edad, hasta la hora de comer, por la tarde está por aquí, hasta la hora de cenar, según él "después de comer cuesta más hacer las cosas" también, según él "la vida está muy espachurrá" Hablamos frente a frente, en mitad del camino, me dice que ya lo que le queda es pasear, muestra un semblante de cierta preocupación, pierde la vista por un momento, levemente encoge los hombros y me devuelve la mirada, algo interrogante, como esperando una respuesta tranquilizadora, diría que esperando una solución, una solución que seguro él ya conoce, parecería que había auscultado mis propios pensamientos, me mantengo en silencio. Con o sin gorra, con o sin bastón, con o sin paseos, nos está retratando, nos guste o no, la vida está muy "espachurrá" Se va alejando mirando a su derecha, después a su izquierda, parece que duda, cómo si no supiese el camino, ese que recorre todos los días, antes de comer, antes de cenar....antes de, algún día, volar.
Un vez más, desde la distancia, veo que está sentado en un banco, probablemente recuperando fuerzas, los pasos ya son con tres apoyos, el bastón se hace imprescindible, hoy también se incluye un paraguas, han aparecido las lluvias, de agua, las de problemas siempre están presentes, le veo algo echado para adelante, sin apoyarse en el respaldo del banco y encogido, le saludo para atraer la atención, parecía estar en sus asuntos, es decir, pensando despacito, sin una secuencia ni consecuencia, sale de su mundo también despacito, ya no existe la prisa, se marchó con la juventud, con la vitalidad, surge el diálogo de quienes tienen poco que decir o de decir lo poco que se tiene en ese momento ¿qué contar a quien ya casi solo le quedan los cuentos?, los cuentos de pequeños a mayores, los que le contaron y volverá a escuchar. Su expresión es difusa, lenta, a golpes de aire cargados de experiencia, mira pero siento que sin ver más que sus pensamientos, probablemente sencillos, los que fueron complejos quedaron atrás hace tiempo, ya no tienen hueco en su mente, desaparecieron con los desvelos de entonces.
Han pasado un par de días y me lo encuentro de nuevo, otra vez al borde del camino, pero está sentado sobre una barandilla de madera, como tantas veces mira hacia el frente, abstraído, acompañado por su silencio, el pensamiento no se oye, tampoco pesa, solo lo hacen los sentimientos y parece tener alguno, pasado o presente o de ningún otro tiempo. Detengo mi marcha y le saludo, le hago bajar de la magia del verbo interno, de las palabras que no se articulan, de las que no se las lleva el viento, me devuelve el saludo, sube la mirada con expresión de querer saber, de conocer quien le ha roto su pasatiempo, el semblante es de sí y no, de qué quieres en este momento, todo el que pasa me saluda porque yo lo hice primero, parece querer decir "estaba acunando un sueño y me lo has despertado, ¡con lo bonitos que son los sueños!" Le pregunto cómo está, de si disfruta de su paseo, de cómo le ha ido el día, de....me responde de su actual vida, de su jubilación, de cómo tuvo que dejar su pueblo hace tantos años, aún vivos en su recuerdo, de cuando tenía "una vaca y una chota, algunas cabras sin redil, una casa y treinta años menos". Mientras le escucho pienso, tiene unos ochenta años y un frustrado deseo, haber seguido aquella vida y no la actual de una ciudad alejada de los campos de cultivo, de las eras de centeno y trigo. Me dice que ve poco la tele, si acaso las noticias pero nada de "portes" (deportes), no le gustan "los portes" no le sirven de entretenimiento.
A veces, cuando paso, no está, me invade cierta preocupación, siento el vacío de la ausencia, ¡qué tontería! ¡si ni siquiera sé su nombre! ¿qué temo?...sigo mi camino, se habrá ido ya, me digo, pero noto que el paisaje está incompleto, es un cuadro sin terminar de pintar.

Estrella fugaz



Iba hablando por su teléfono móvil, no era guapa, tampoco debe importar nada, de cualquier forma, lo compensaba con una sonrisa muy elegante, la quietud de sus ojos esbozaba una mirada que a quien la percibía le trasportaba a la tranquilidad, al sentimiento amigo, al sosiego, al placer sin saber cuál, daba la sensación de que cualquiera podía ver con sus ojos y tener la misma quietud en la mirada.
La voz, la palabra, era tan suave como el silencio, se notaba que acariciaba el aire, se deslizaba por las partículas de lo etéreo, el mensaje no importaba, compaginaba lo pasajero con lo eterno, el sí con el no…susurraba.
El tiempo va pasando, mi tiempo también, tengo la tentación de retrasar el reloj pero ¿a qué hora y de qué día? pienso que lo mismo en la elección que haga ella no habla, o yo no estoy allí, lo mismo me trasporto a otro sueño y no, no quiero salir de este, decido seguir en compañía del paso del tiempo, la fortuna no suele llegar dos veces.
Observo cómo se acerca, se pone a mi lado, sigue su conversación, aumenta el encanto de lo sencillo, un gesto suyo llega a ser un pasillo a la ensoñación, no, no es guapa, es mujer, femenina, mujer.
El tren sigue recorriendo sus venas, como siempre, va y viene, se cruza con otros trenes, la oscuridad le guía, le dice qué vía debe seguir, mientras tanto, mi atención se ha perdido, dónde está el camino, dónde mi norte hasta ese momento, hay gente, mucha gente, bullicio, mucho bullicio y hasta una chica despampanante, pero ¿qué fue de mi sueño ambulante, postulante de atención, casi de devoción? Se abren las puertas, giro la cabeza, veo su figura, es como el contorno de la ilusión...yo también sentencio que "los sueños, sueños son" y nunca dejarán de serlo mientras exista quien pueda mecerlos.

Iba en mis adentros
estaba quieto
el mundo no
él escribía versos
dibujaba una silueta
de mujer con alma serena,
escribía un poema
yo, como un borrón,
figuraba en la escena
pedí perdón, me fui,
miré para atrás,
como la mujer de Lot,
siendo ya de sal
no me arrepentí
de haber mirado
de haber escuchado
a una mujer nada guapa
pero con un encanto personal

Tal vez otro día


La tarde era algo inclemente, viento y lluvia, la parada del autobús estaba desértica, era un día laborable y en horas de trabajo, ella no tenía más obligaciones que las que se quería crear, en esta ocasión, firmar un acuerdo, lo tenía pendiente desde tiempo atrás, dar conformidad a un proyecto con el que discrepaba pero que quería solucionar ya de una vez. Era una mujer de mediana estatura, menudita, morena, facciones suaves, manos finas, la piel muy blanca. Como persona era muy bien aceptada.
En su pasado no le gustaba hurgar, más de lo imprescindible, tal vez por eso aletargaba sus actuaciones, barnizaba las imágenes con el brillo del afecto, del sentir que, según el pensamiento de Jorge Manrique, "cualquiera tiempo pasado fue mejor" aún así estaba conforme con su presente, el futuro, por sí mismo, estaba por ver.
La lluvia de ese momento parecía evocarle alguna escena infantil, como cuando chapoteaba en los charcos, riendo, disfrutando la alegría de la travesura, sabía que recibiría una reprimenda pero no le importaba esa pequeña transgresión. El sol, tapado por algunas nubes, intentaba hacer acto de presencia tímidamente, ella se recreaba pensando que quería saludarla, acompañarla, siempre le gustó el animismo, dar vida a las cosas, era algo que practicaba con frecuencia.
Pasaba el tiempo, algún coche, buscando su destino, rompía el silencio con el chisporroteo del agua que vaciaban las ruedas al acercarse y alejarse, pero no había ninguna persona, alguien a quien saludar, el reloj de la marquesina, con sus puntos de luces en procesión, iba ahormando las horas, en su destello, según avanzaba el día. En algún momento las gotas de agua, en su caída, giraban alrededor de las bombillas de las farolas, como si fuesen polillas desbocadas que chocaban contra el cristal.
No quería vender la casa de su pueblo, que estaba al piedemonte de un conocido Pico de montaña, era una de las propietarias. Este había sido un lugar muy querido para ella, se marchó hacía tiempo, pero deseaba volver a retomar las excursiones que hacía, sobre todo subiendo al Pico que conocía mejor que nadie. Volvía a sentir la necesidad de vivir en altura, de sentirse parte de las nubes, de ver pequeño, como de juguete o en maqueta, lo que abajo era serio y grande. Sensaciones y experiencias como si, figuradamente, las tuviese tatuadas en su blanca piel o como esculpidas en sus recuerdos de juventud.
Concluyó, consigo misma, que no quería volver a dejar pasar a la historia personal más días sin el ambiente natural y callado en el que, para ir a la escuela, había ido correteando por la margen de un río, cuando no, montada en un carro tirado por bueyes de algún vecino. Su vista echaba de menos el paisaje, sus oídos la armonía y su paladar los sabores frescos y naturales.
Cuando a distancia y después de una larga espera, se vislumbraba el autobús emergiendo lentamente en un rasante de la calle, después de muchas idas y venidas en su ideas, al percibir su "ser o no ser" hamletiano, se levantó del banco, salió del techado al descubierto y decidió no ir a la cita, volverse a su casa, pensando...la suerte está echada, otra vez será.

viernes, 12 de julio de 2019

Curiosa personalidad


Con un dedo señalaba al cielo, con otro al suelo, con el resto contaba cuentos, nadie la escuchaba pero ella seguía, mi compañero se fue allí arriba, mis hijos han crecido y yo adornando la vida, aunque no gusta que diga que esta Blancanieves ni fue blanca ni nunca pisó más suelo que el de bajorrelieve. En el mercado, cada día, un poema pero no con rima, más bien con la misma melodía, conjugar el verbo haber y el verbo tener, es decir, deseos de haber  muchos pero tener, poquito, lo justo para el pan, el cocido y unos jurelitos.
Algunas tardes se iba al parque y se sentaba a ver la gente pasar, ella decía que iba al "escaparate" pues lo observaba todo, así, la ropa, el calzado, los colores...esto en cuanto a lo externo, en lo relativo a las características, se entiende que se refería a las de personalidad, ahí ya hacía todo un catálogo más de criterios subjetivos que de una válida objetividad, juicios como ¡uy esta, debe tener una mala uva! ¡pues anda que esa que viene por allí! ¡y este que acaba de pasar, de qué va!…mientras tanto, el tiempo se hacía vapor de nube, ingrávido, como si las ideas que lo envolvían fuesen de algodón, pero a todo daba perdón, sabía que ella no lo hacía con mala intención, siempre fue persona de buen corazón.
Los años se deslizaban como por un tobogán, rápidos, haciendo un vacío en el estómago en su caída, a veces era difícil aterrizar, pero al final era cuestión de acostumbrarse. A través de los ligeros visillos, que cubrían parte de las ventanas de su casa, pasaba todo y nada, la calle era estrecha y pequeña, los acontecimientos eran como los años bisiestos, sucedían de vez en cuando, cada cierto tiempo, un día amenizaban las expresiones de un niño desde el balcón de su casa, otro los débiles ladridos de un perrillo asomado a una ventana. ¡Cómo ha engordado ese vecino que no sé ni cómo se llama! ¡Qué mayor la mujer y ya con bastón!...el tiempo pasa.
Era más inquieta que tranquila, si con una mano se peinaba con la otra se vestía, los desayunos los tomaba de pie, aunque no tenía prisa, entre cada sorbo de la taza se decía mil cosas, lo mismo consejos que reproches, igual cantaba que reía, repetía muchas letanías...la encantaba repetir, repetir y repetir, poniendo siempre el mismo énfasis en lo que decía. Lo más resaltable eran los gestos, normalmente se los inventaba, particularmente los que hacía con las manos, iba desde los más conocidos a los que improvisaba con una cierta creatividad, podría decirse que era algo ingeniosa, justificaba esta práctica gesticular diciendo que era como un "mimo" que podía decir, de distintas formas, lo mismo, que como vivía sola podía vocear en silencio, una y otra vez lo de siempre, sin que se la oyese. También decía que los colores eran como los idiomas y que había casi tantos como personas, una tonalidad era como un acento, hablar fuerte un color intenso, hablar bajo color difuminado. Se pasaba las manos con pintura por la cara, mientras, hablaba, pensaba que era una ilusionista, que creaba versos un poco a la deriva, ahora de adulta fantaseaba lo que no pudo hacer de pequeña.
Las puertas de su casa eran como las hojas de un libro, cada una contenía una parte humana de su historia, cuando se giraba cualquiera de ellas, su recorrido, era como el paso del tiempo, de los años, de los recuerdos ... con aromas de cariño, con besos tiernos. El orden establecido en la casa a simple vista casi parecía marcial, nada más lejos de la realidad, una de sus máximas era la de "lo bien hecho, bien parece" que, como un buen jardinero, las flores, si se cuidan, "te quieren, te perfuman la vida y te la colorean llueva o truene".

Carácter particular


Por las noches rezongaba en voz alta antes de dormirse, aunque desde hacía mucho tiempo no era creyente, parecería que rezaba, pensaba que tenía que comunicarse con alguien a esas horas, aunque solo fuese con la propia oscuridad, ¿por qué no? se decía a sí mismo ¿es que la parte de la vida que no se ve no tiene derecho a una atención? ¿a que haya quien se dirija a ella, aunque parezca que sea en forma de sermón?
Era un hombre enjuto y testarudo, pues si los límites de una hacienda que tenía decía que eran hasta donde él pensaba, ya le podían enseñar escrituras legales que no, que se ponía encima de una línea y de ahí no le movían, razonaran lo que razonaran. Si cuando sacaba su ganado a pastar tenía que atravesar un terreno ajeno para llegar a un arroyo lo hacía una y otra vez, por más que le llamasen la atención, y que le recordaran la proximidad de un abrevadero.
Pasaba muchas horas por el monte, había recorrido tantas veces el mismo camino que se había quedado marcado un sendero al que puso el nombre de "destino". En la parte alta de alguna pequeña colina, mientras el ganado comía, solía meterse en una especie de nebulosa de pensamientos y sentimientos, tanto positivos como negativos, los barajaba como si fueran naipes en manos del mejor crupier, sopesaba cada idea y cada afecto. Lo mismo evaluaba, una vez más, una decisión sobre unas tierras tomada en tiempos pasados, que sobre la ruptura con la chica que estuvo en noviazgo y que de esta relación solo quedaban algunas fotografías en negro y blanco.
Para él fue una relación muy completa, se encontraba muy bien, pero su carácter difícil de sobrellevar, tendiendo a ser arisco, no mala persona, hacía que esta segunda cualidad quedase ensombrecida, por no decir que desaparecía ante el juicio de quien le rodeaba. Mostrarse afable, bondadoso, cercano, para él era una auténtica debilidad que no se permitía, de ahí su postura crítica y distante, de ahí también que, a solas, estuviese en un continuo debate, asemejaría al pensamiento del poeta " en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas" aunque en su caso solo había “belicismo”, aun así lo que más deseaba era la paz, la tranquilidad, el sosiego.
El pueblo donde vivía era pequeño, todos se conocían, sabían de sus virtudes y sus defectos. Si se le valoraba como trabajador se le apartaba por su malhumor, lo perdía todo por ello, si un día mostraba una atención a quien la necesitara, lo hacía de corazón pues, a la vez, estaba pidiendo cariño de forma encubierta, pero enseguida lo envolvía con una apariencia de desagrado. De niño, por su pequeña envergadura y sus orejillas abiertas de lado, hicieron que fuese la mofa de los demás y su reactivo fue el de modelarse en contra de todo y de todos.
Sin saber por qué, un día de mañana, se puso su mejor pantalón de pana, camisa blanca y con un ramito de flores silvestres, se presentó a la puerta de la casa donde vivía su amiga, su novia, y a corazón abierto se manifestó como realmente era, con una sonrisa, pidiendo perdón y ofreciéndole todo su afecto y amor junto con este poemita:

Si quiero escribir un verso
hablo de tu mirada
sólo con ello
escribo una balada,
si quiero escribir un verso
hablo de tus ojos
centellas de invierno
luces de otoño,
si quiero escribir un verso
hablo de tus labios
con forma de beso
mi anhelo diario,
si quiero escribir un verso
hablo de tus manos
caricias de cielo
vuelo de pájaros,
si quiero escribirte a ti
mujer, no hablaré en verso
porque sólo sabré decir
¡te quiero!

Nota de papel


En una nota, junto a la pequeña ermita, y probablemente de algún romero de cualquier año de estos, había un escrito, sin decir para quien, pero que se cuenta aquí:

"Dibujos de montañas con sus cumbres blancas, dibujos de árboles con largas ramas, dibujos de rocas, nubes, aves y otros animales, de senderos, de cielos, dibujos de personas, mujeres y hombres andando, charlando o en silencio, sin edad definida, tampoco es relevante, se habla de hoy o de ayer, de un amigo o una amiga, se habla, a pesar de ir andando, sin fatiga, dibujos en carboncillo, en acuarela, en lienzo, en papel, enmarcados o en una pared, dibujos a trasmano o hechos con mucha fe.
Es temprano, aún tengo tiempo, hasta que empiece a caminar, para recordar que anduve por estas y otras sendas, a veces no quería avanzar, solo quería soñar, abrazar ilusiones, canturrear canciones, sentirme acompañado por el viento y escuchar sus susurros de aliento.
Estoy en Miraflores antes denominada Porquerizas hasta que, puede ser o no, la reina Isabel de Borbón -esposa de Felipe IV- de camino en un mes de noviembre hacia El Paular y al contemplar una pradera de flores dijo la expresión "¡Mira flores!.
Ahora me envuelven multitud de colores, también en su momento el olor de la hierba recién cortada me hacía pensar, sentir, añorar que de niño corría por el campo, saltando sin saber por qué, probablemente por ser un niño al que gustaba correr, saltar y al aire, acariciar"

Pueblo castellano


Los dos tenían ya más de 80 años, no querían volver la vista atrás en el vacío del tiempo, por si sentían vértigo, podrían ser de cualquier pueblo, incluso de alguno imaginario, personas de cualquier época, casi extemporáneos, aunque también inquilinos de una historia más reciente. Eran castellanos antiguos, él no entendía lo de Castilla y León - Castilla La Mancha, anteriormente, Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, para él Castilla venía de castillo y que, aunque no comulgaba con los señoritos ricos, sí le gustaban esas edificaciones altivas, protectoras y elegantes de las que nació y creció muy cerca y, sobre todo que, aunque él había vivido de su trabajo, esas edificaciones eran de todos...ella decía: "que había trabajado como su marido" y, además, "¡que ella había parido!"
Eran de un pueblo pequeño de labranza, pueblo de bueyes, asnos, ovejas, gallinas, gorrinos y de vuelo de golondrinas, donde el día amanecía lo mismo con un arado que con una guadaña pues, además de dorar, también tenía que trabajar, incluso a deshoras. La tierra, también ya medio caduca, aún alumbraba trigo, centeno, avena, cebada, garbanzos, peras, ciruelas, sandías y lo que hiciera falta. Cada temporada no faltaban a la lista ni el trillo, ni la fanega, ni el pajar, aventadora, carreta, la era, ni la azada, la criba o el torrezno que se tomaba a la sombra de un chaparro, mientras la campana de la iglesia sonaba, informando que era mediodía, que el puchero con tocino y garbanzos cocía, que en la escuela los niños y niñas, con la maestra, aprendían álgebra, lengua, trigonometría pero, sobre todo, que había que vivir el día a día. Después de la siembra, esperar, escardar y volver a esperar hasta expurgar los garbanzos, segar, hacer con la hierba fardos, visitar el melonar o herrar los bueyes para andar por la tierra o quizá, cual Pegasos, hacerlos volar hacia otras aspiraciones y empeños.
Los domingos a misa sin faltar, solo tenía dispensa quien sacaba el ganado de todos a pastar, el resto, hombres, mujeres, niños y niñas, a la iglesia que, con sus gruesas paredes en piedra, acogía generación tras generación, a unos feligreses cuya creencia, además de con mucha fe, también incluía rezar por la lluvia a tiempo, unas limosnas al cepillo parroquial y otras tantas plegarias de agradecimiento, por haber garantizado cosecha y alimento, pero cuando llovía a raudales y a destiempo, el que más aparecía el diablo para maldecirle y destinarlo para siempre al averno.
Los domingos, también había partida de cartas, las mujeres a la brisca, subastao o julepe , los hombres, al tute o al mús., estaba en juego el café o la copa, la taberna se convertía en un casino mientras el tabernero iba repartiendo, a las unas, pastas, a los otros, alcohol, de más o menos graduación, algo de cafeína y palillos para mantenerlos en la boca, pasándolos de lado a lado, como analgésicos, para unos nervios producidos, puede que por el azar de unas cartas que, aunque no eran de "amor" sí servían como preludio de un futuro alentador.
Así, pasaba el tiempo, los años, hasta más de ochenta, hasta el siguiente aniversario, nunca faltaba una sonrisa, al conocido, al extraño, a la propia vida que, en ocasiones, viaja de contrabando y siempre, a veces más, a veces menos, ilusionando.

jueves, 11 de julio de 2019

Recuerdos


Recuerdos, su vida actual se fundaba en recuerdos, parecía que los años cumplidos se basaban en la cantidad de acontecimientos que, después, pasarían a ser recuerdos.
Como álbum de fotos, pegadas por años, por eventos, los recuerdos, a veces en racimos, a veces sueltos, los tenía abiertos, atentos, a recordar lo que fueron, a su a qué y a su por qué, a su orden en el ayer, a si fueron felices o no, a recordarlos cómo fueron y cómo podían haber sido, a clasificarlos según su sentido.
Impregnado de ellos, podría llegar a pensarse que él mismo era un puro recuerdo, su ropa, su peinado, su deje a pueblo, aunque en origen era de ciudad, su calzado particular, su cuello de camisa abrochado, como amarrado a otro tiempo...su semblante transmitía el pasado, lo más pretérito, parecía una imagen de antaño.
Más que andar deambulaba, como si estuviese destinado a un ir y venir del pasado al presente, del presente al futuro y de este al pasado, para repetir ese ciclo, una y tantas veces al día, tantos días como recuerdos. Si infantiles, tiernos, si de joven, inquietos, si de maduro, más serenos y si del día de hoy, en silencio. Casi hablaba solo en pasado, eran descripciones del tiempo, más cerca de historias que de bosquejos, la mirada con brillo o sin él, según sus sentimientos, tenía los dedos de la mano en suspenso, quietos, podía señalar con cualquiera de ellos, pues lo indicado siempre eran ensueños.
Recuerdos de la Casa de Socorro, cuando uno se hacía una brecha, el Samur no existía, aún estaba en la despensa. Recuerdos de la "M" de muerte, en los pliegues en las manos y de la "S" de segura, en los pies, qué susto y preocupación de lo que es irremisible y te lo contaban como una triste canción. Recuerdos de la tele sin color se la ponía un filtro como premio de consolación. Recuerdos del parchís al que faltaba alguna ficha, con un solo dado y dos cubiletes del mismo color. Recuerdos de las chapas con la cara recortada de un ciclista, de un futbolista, detrás de un cristal pegado con jabón verde, así se jugaba y el protagonista no se pierde. Recuerdos del la espiga en el campo dorándose y, poco a poco, granando. Recuerdos del tranvía que si no hacía su parada, se le retiraba el trole de la corriente y ya no andaba..recuerdos del no sabía qué, recuerdos del qué sabía él.
La ventana de su vida estaba abierta, dejaba pasar tanto el aire fino como el grueso, respiraba anhelos, transpiraba sentimientos, su corazón latía afectos, desechaba desencuentros, abrazaba los buenos sentimientos. Al recordar cambiaba el semblante, a veces reía, otras su rostro se convertía en una interrogante, siempre que se daba la vuelta a su interior era como si se convirtiese en la propia crónica del tiempo. La piel algo arrugada, el pelo canoso, un poco encorvado y la mirada en reposo, más parecía una figura de un cuadro de cualquier época clásica que una persona real, él decía que sin los recuerdos no habría pasado, no habría futuro, no existiría el tiempo, que el sentido de la vida de una persona eran los recuerdos.

Anonimato


La mañana se preparaba para ordenar el día, había pensado en un tranquilo clima, a pesar de ser invierno, sería una jornada soleada, temperatura agradable, el viento como un suave aliento, las nubes vapor de sueños, las ilusiones a su recreo. Con este encuadre la gente se desperezaba abriendo la ventana al futuro, a sus deseos, a crecer conforme a sus anhelos, a fantasear que la fantasía no tiene dueño. El paso de las horas era en procesión con pura devoción, devoción con entrega al misterio, a lo por descubrir, un día así solo podría traer algo nuevo, distinto, a ser uno mismo...hacía tiempo que no se tenía esa sensación, parecería un auténtico espejismo.
Un pájaro despistado se olvidó de trinar, de gorjear, de armonizar el silencio, estaba tan a gusto que se había quedado dormido, se había entregado a su solipsismo, posado ya en una rama se disculpa, aletea suavemente para despabilarse y unirse al coro de melodías de siempre.
En un punto de la Tierra estaba alguien que meditaba sobre el universo y la nada, sobre el todo y el algo, sobre qué tenía al alcance de su mano, sobre quién era y cuál era su destino, sobre la vida y el vacío, pero no era él solo quien así pensaba, no muy distante, estaba otra persona de igual semblante...y otra...y otra...el mundo es redondo y da vueltas y más vueltas.

Un camino, en principio sin destino, también se perdía por otros caminos, el horizonte era un laberinto de soluciones, de elecciones de todos los colores, la vocación por uno no invalidaba la inclinación por otros menos conciliadores, era un camino sin nombre, o le podía servir cualquiera, tal vez camino hacia la esfera de la arcadia o el de llegar al limbo de la utopía.

La cima de una nube, adornada con preludios de primavera, se fundía con las gotas de rocío posadas en el centro de algunas estrellas, la luna, apoyada en una de tantas esferas, meditaba sobre qué hacer, si desaparecer con la alborada o quedarse como testigo de una jornada, tal vez, de rutina o quizá de trabajo en plena mañana.

El agua del río, a la vez que hacía su recorrido, daba los buenos días, a veces sonando más fuerte, otras, amortiguando tanto su rumor que el silencio volvía la mirada para ver qué podía pasar, para asegurarse que no faltaba nadie ni nada que, era una falsa alarma, que la vida es así, ahora algo atribulada, ahora bastante feliz, cosas cotidianas, cosas sencillas, cosas del todo y de la nada.

Mañana es un día por venir
hoy lo es ya
tú también
no esperes a mañana.

Cuando estés abatido, triste,
entorna los ojos y duerme
duerme sin pena
duerme sin nostalgia
que nada se pierde
que nada se gana.

En la biblioteca, un lector que encontró estos escritos en las "hojas de cortesía" de un libro que pidió para consultar, no sabía qué hacer, si borrarlos, pues estaban escritos a lápiz, o dejarlos en el libro, hablando con el bibliotecario este le dijo: "es tu elección, yo cuando los vi los dejé estar, se que en no mucho tiempo volverá la persona que los escribió...no he llegado a ver quién es, pero regresará, se que regresará pues después de cada párrafo que escribe, más abajo, deja una marca que indica que continuará, se que tiene que decir algo más, únicamente me preocupa el día que deje de venir...espero que solo sea porque crea que ya lo ha dicho todo...no porque ya no esté por aquí.


Pasado cercano


El tiempo lo medía un reloj sin manecillas, los minutos eran el transcurso de ese tiempo y las horas eran de un minuto. Estaba cayendo el último rayo de sol, su pensamiento también estaba con una única idea, iba conduciendo más pendiente de sus adentros que del volante, era un conductor experto, profesionalmente casi vivía de la carretera, aún así, conducía por inercia, con la atención dispersa. Sus pensamientos se iban moviendo al compás del volante, circulaba por un puerto de montaña, mente y coche hacían los mismos giros.Ya se había echado la noche y aún no tenía decidido qué hacer, dónde ir, no iba deprisa, por esta vez, debía ser producto del cansancio porque habitualmente, y por necesidad de ganar tiempo, sí lo hacía.  Ahora estaba de descanso por una zona donde tenía cerca tanto el mar como la montaña, los días que llevaba por allí hacía esto, ponerse a conducir sin rumbo fijo, quemaba kilómetros en el vacío, sin destino o tal vez que no quería llegar a uno en concreto, lo conocía pero al final lo eludía.
Todas las tardes repetía la misma rutina, incluyendo que cuando volvía al apartamento también, mecánicamente, cogía aquel libro, el que empezó a leer hacia tiempo, se lo había regalado su amiga, pero se veía incapaz de terminarlo, era como un amuleto, un regalo que le servía de representación de la persona que se lo regaló, pero pensaba que si lo leía completo se acabaría todo, pues el tema del libro era de una despedida, de un "hasta nunca" y tenía miedo de que con él también fuese así.  Los dos eran personas de carácter y, a la vez, muy apasionadas en el amor, esto había hecho que hubiesen tenido grandes diferencias en el diario lo mismo que grandísimos encuentros en la pasión.
Una de esas tardes se acercó al pueblo donde estaba ella, paró el coche enfrente a su casa, a poco de llegar vio su figura por la ventana, estaba tomando una taza de té, seguro que era té, porque se había aficionado a tomarlo años atrás cuando hicieron un viaje por Inglaterra, fue siguiendo el movimiento de acercarse la taza a la boca, sorbos pequeños, cada minuto aproximadamente, no tenía dudas, era ella. Mientras tanto el motor del coche seguía funcionando, dudaba si pararlo o no, dudaba de qué hacer...estaba cayendo el último rayo de sol, como su pensamiento, él también estaba con una única idea, seguir o no.

La felicidad

Iba tan cargada de sueños que le hicieron pararse a un lado de aquel camino hacia la felicidad. Ella no lo entendía, cuando se le acercaba uno de los guardianes de la vida, pensaba que no iba deprisa, "mis ensueños son tranquilos, cargados de empeños, ¿por qué me paran si no he infringido nada? se decía".
"¡Buenos días señorita! por favor, su permiso de ensoñación, últimamente no hay tanto trasiego de ilusiones, pasiones y algún pequeño requiebro como los que usted lleva. Mire no es normal ir cargada de tanto optimismo y felicidad en los tiempos que corren. He de decirle que hace no mucho nos pasó lo mismo con un niño pero, bueno, en aquel caso, se le añadía la ternura, hicimos la vista gorda y le dejamos con su aventura. Si nos dijese de algún pesar, contratiempo, malestar, algo que pueda compensar tanto bienestar. Dese cuenta que no es corriente tanto placer, la mayor parte de la gente si no sufre sí va arrastrando rémoras de disgustos, a veces añejos, otras de hace poco tiempo, entiéndalo debe tener algo de qué quejarse si no tendré que amonestarle, tendrá que enumerar sus anhelos y, si da exceso del máximo permitido, sin nada de malos agüeros, parecerá que vive en el mismísimo cielo".
Algo confusa intentó hilar aquella situación, poner en orden sus ideas, le había costado muchísimo esfuerzo colocar en un cierto escalafón sus recuerdos, es decir, olvidados para siempre los más dolorosos, en una parte estanca del cerebro otros de poco mejor asiento, y así ir ubicándolos desde los más lejanos a los próximos, siendo estos últimos los que mejor se veían, los que aparecían al momento.
Durante lo que tardan en pasar unas décimas de segundo tuvo todo un discurso interno de lo que era y de lo que fue, de sus instancias primeras en el ayer, del enorme esfuerzo por no volver a un anochecer de tiempos pasados, que tanto le había supuesto dejar de languidecer.
¿Cómo les digo que durante años, la mala suerte, el desasosiego y el infortunio fueron mis amigos, mis fieles compañeros? lo quisiera, o no, allí estaban, donde estaba yo, imposible desprenderme de ellos, me seguían siempre, eran mis compañeros fieles.
Llegué a renunciar a la expresión distendida, al beso, al abrazo a la caricia...incomprensión, razones sin sentido, agobio me amanecían cada mañana...¡que diga algo que no sea postrero! Con mucha entrega, con mucho esfuerzo, con mucha compañía, con mucho cariño y con enorme entrega hacia mí, del último al primero, he llagado hasta aquí y ahora no voy a perderlo, señor vigilante, sancióneme, no voy a renunciar al bienestar logrado gracias a los demás...
¡¡Circule, por favor, circule...y, solo esta atención le pido, nunca deje de ser, o al menos sentirse, feliz!!

Ánimas

Iba andando solo, conocía bien el camino, pero dudaba de su destino, si su casa o algún otro sitio, como podrían ser su pasado o su futuro, la esperanza o algún otro augurio.
Era un hombre curtido por el tiempo, en sí decía que esa era su edad, según él los números no reflejaban la verdad. Iba solo, de la mano de "la soledad" cuando se cruzaba con alguien bromeaba: "aquí mi compañía, lo único que tiene de valor es su nombre de mujer, nunca me abandona ni creo que ya lo haga, me estoy planteando el empezar a apreciarla"
En su caminar se cuestionaba muchas dudas, pensaba ¿si los caminos tienen desvíos, bifurcaciones, cruces, cómo elegir el correcto cuando no lo sabes? Si eliges el erróneo te puedes perder, y, si escoges el correcto lo debes aprender para no olvidarlo nunca. Este discurso, u otros similares, eran su continuo trajín "los Picos altos me atraen, si no me da mal de altura o vértigo, por andar casi sin suelo, también me gustan las nuevas experiencias, si no me veo atrapado en ellas".
Por estos entonces la mochila la llevaba vacía, únicamente tres llaves, una era la de su casa, las otras dos muy antiguas, sin apenas brillo, parecían de una época anterior, las tenía para proteger dos arcones. En uno guardaba los recuerdos agradables en el otro los tristes, al primero lo cerraba con la llave para asegurarse que no los perdería, al segundo ni le bajaba la tapa, pensaba que así, tal vez, algún día se habrían ido.
Cuando estaba activo su vida era como ir por una autopista, sin límite de velocidad, cada vez más deprisa, había que seguir y seguir, no daba tiempo a volver la cabeza para mirar atrás, así pasaban los años, los acontecimientos. El arcón triste se saturaba, el arcón alegre iba más despacito, con frecuencia lo tenía con la llave echada durante algún tiempo, aún así decía que se sentía bien, no se atrevía a decir la palabra "feliz"
Empleó buena parte de su pequeño tiempo libre planteándose, como él decía, cuestiones "filosóficas, metafísicas, e incluso, parapsicológicas, como: por qué salud y enfermedad y no solo la primera, por qué rico y pobre si somos todos iguales, por qué feliz y triste...bueno, ahí sí, tengo mis arcones..."
Desde hace mucho tiempo su espíritu deambula por el firmamento, aún confía tener las respuestas que no obtuvo en su momento. Hay quien dice que alguna noche de luna llena, cuando el cielo se ilumina, se ve una silueta humana trepando distintos astros y que, de vez en cuando, se para, se quita la mochila de la espalda, mira en su interior...y sonríe.

Trenes de entonces

Entrando a la estación la primera impresión que se percibía era la de un particular olor a carbón en combustión y a vapor de agua a presión. Un fuerte silbato, lo mismo agudo que grave, ponía en conocimiento y aviso de lo que acontecería acto seguido, con el beneplácito del jefe de estación y después de dar la autorización de salida, se empezaba a orquestar todo un proceso de acciones del  maquinista y el fogonero, este segundo como perito de la caldera a presión, que revertían en que se empezara a desperezar ese enorme cilindro como era la caldera capaz de generar un movimiento que, a través de unas bielas, hiciesen girar las ruedas posadas sobre las vías unidas por traviesas. Todo era hierro, presiones, fricciones, chasquidos, ruidos que, a la postre, denotaban la salud de una maquinaria capaz de arrastrar toneladas de peso, con un ritmo de lento a lentamente algo rápido, dándole mucho tiempo y espacio.
Superada esa primera fase de lanzamiento, ahora quedaba mantener un movimiento armónico, constante, no había más que dejarse llevar por un traqueteo, tan pronto lateral como de arriba a abajo, la sensación era la de estar mecido en una cuna para dormirse, todo estaba en orden, la velocidad era solo eso, velocidad, sin calificativo como "a gran" "a toda"...velocidad que no espantaba ni alteraba a los animales que pastaban por el campo, no dejaba rebufo que levantase las hojas de árbol secas caídas al suelo.
Nuevo silbido, se aproximaba un paso a nivel, las barreras estaban bajadas, y las personas esperaban, pacientemente, a que ese lento ciempiés metálico y con gentes a sus lomos, apareciese y desapareciese dejando una enorme estela de humo, para poder continuar cada uno su camino. Cuando no eran personas las que iban encima sino mercancías, al final del convoy, en el último vagón había una garita donde viajaba, como vigilante, un hombre, abrigado con una gruesa manta no muy suave que le mantendría  las constantes de temperatura dentro del mínimo aconsejable. Era un trabajo en soledad, sin más conversación que los propios soliloquios incluso entrecortados, a veces,  cuando la maquinaria daba como un tropezón transmitiendo en cadena un arranque o un parón. Tras algún día o noche y de vuelta a su casa....besos a la familia, una achicoria caliente, como si fuese un aromático café de Colombia, para entrar en reacción y, poco después, a intentar descansar hasta el siguiente viaje que, tanto en cuerpo como en espíritu, además de él, también viajaban a su lado los recuerdos de la infancia junto con los proyectos de futuro.

De mañana

Como todas las mañanas había salido a hacer marcha durante una hora, siguiendo su programa de recuperación y mantenimiento. Con frecuencia iba cambiando de recorrido, llevaba poco tiempo viviendo allí y quería conocer la zona. En esta ocasión se metió por unas construcciones de viviendas bajas con jardín. Habitualmente iba oyendo música, de todo un poco, primando las de un ritmo algo vivo, que le marcase un paso más alegre. Como era un hombre alto, según avanzaba, alcanzaba a ver el interior de algún jardín, piscinas, hamacas, pequeños columpios, alguna mascota tumbada o moviéndose por el interior, todo como correspondía a este tipo de viviendas. En este trasiego percibió una escena que le llamó la atención, aunque la música no la tenía a mucho volumen, se quitó los auriculares y empezó a oír más nítidamente los quejidos de un perrillo junto a una mujer caída en el césped, no estaba tumbada parecía más bien como un desmayo. Apoyándose en la verja consiguió entrar y acercarse a aquella mujer, "Trasto" el perro mascota, con movimientos giratorios en torno a ella, gruñía, se acercaba y se alejaba, miraba para todos los lados como queriendo pedir auxilio.
Aunque no sabía su nombre le llamó, el animal no obedecía, estaba obstinado en atender a su ama, volvía a gruñir parecía como que decía "despierta...levántate" sonidos con marcado tono de lamento, era un animal pero mostraba sus nobles sentimientos.
Acercándose a ella, primero echó a un lado a Trasto, después puso el envés de una de sus manos a la boca de ella, notó que respiraba, poniendo los dedos sobre la muñeca derecha sintió palpitaciones. Le hizo algún movimiento como de reanimación y al cabo de poco tiempo, abrió lentamente los ojos, empezó a moverse, a intentar coordinar dónde podía estar, qué le había podido suceder.
Él era un hombre fuerte, hacía mucho deporte, desde que le dieron la Baja por incapacidad laboral, siempre le preocupó una cosa, como decía en plan jocoso "si no estoy capacitado para trabajar sí lo voy a estar para vivir" había conseguido, con esfuerzo, tesón y en contra de todo pronóstico, no solo contener su incapacidad sino adaptarse a vivir solo, con autonomía, valerse por sí mismo y, además, "ponerse en forma". Llevaba años superándose, consiguiendo nuevas metas, a hacer fácil lo difícil, a poner un rastro de alegría en una expresión triste, propia o ajena, sabía que cada amanecer era otra oportunidad de volver a nacer, no solo a la vida, también al optimismo, a mirar al futuro de cada día, pues esta no era poca tarea según él: "el mañana es lo siguiente al hoy, el ayer siempre me dirá lo que fui y lo que debí ser, si mejor, mejorando, si algo peor, no volviendo a empeorar, el futuro es como un hermano, te hablará del camino que él ya ha andado y te aconsejará cómo debes hacer...ahora, depende de ti cómo actúes, probablemente será de la forma más certera".
Habían pasado unos minutos, a las preguntas de qué le había pasado él solo pudo, sonriéndola, explicar lo que sabía, el comportamiento de Trasto, que desde que su ama estaba en el, césped no se había separado de ella, después de unos suaves lametones, era el de estar tumbado a su lado, la cabeza apoyada en uno de sus brazos y ya con semblante tranquilo, alerta, pero sosegado, calmado, con una expresión que parecía decir ¡vaya susto! De vez en cuando miraba también al hombre, durante unos segundos, sin mucha imaginación se percibía que le decía "gracias, te lo debo a ti...gracias"
Ella empezó, primero a disculparse por lo sucedido y, después, a contarle quién era, cuál era su historia, el por qué de vivir sola, de sus mareos, no eran habituales pero los había tenido más veces, de hecho estaba en tratamiento, cómo había decido tener al perrillo, a Trasto, se quedó con este apodo, más que nombre, porque de cachorro era eso "muy trasto" pues revolvía por toda la casa cuando ella dormía, o había tenido que salir a la calle, con todo el frío del invierno, a buscarle porque se había ido corriendo detrás de cualquier otro animalillo, era así con frecuencia, ella le quería más cada día que pasaba pero, en ocasiones, cuando estaba muy cansada por el trabajo, se plantaba delante de él, le hacía sentarse, doblando las patitas traseras y le regañaba, aunque no entendiese todo lo que le decía, Trasto miraba fijamente, no se movía, si acaso se relamía un poco el hociquillo con la lengua, ladeaba la cabecita y aguantaba el chaparrón, el desenlace siempre era el mismo, ella le daba un achuchón y lo cogía entre sus brazos.
El hombre, por su parte, persona muy sociable y abierta, también pormenorizó sobre su historia personal, en qué había trabajado para pagarse sus estudios, cómo cuando mejor le iba la vida  la chica que era su amiga y con la que tenía proyectos de futuro, se tuvo que marchar lejos, a otro país, sin posibilidad de retorno, al no mucho tiempo enfermó, llegó a especular sobre la posibilidad de que el origen de su enfermedad fuese psicosomático, aunque nunca creyó en ello, pues había otros motivos de más peso.
Ella ya se había incorporado hacía un rato, tan pronto miraba al hombre como que fijaba la vista en Trasto, ya se encontraba totalmente recuperada, le invitó a entrar en la casa, terminó también de contarle su pasado de, igualmente, cómo lo que tenía que haber sido no pudo ser, con una sonrisa de matiz muy cómplice, se acercó a él, le cogió de la mano...la escena romántica fue interrumpida por un momento por Trasto, durante unos segundos reclamó su espacio y, después, se fue....intuía que debía dejarlos solos.