Crónicas

Crónica marcha 24/10/18 Pontón de la Oliva

Es miércoles, día de marcha, amanece fresco, además de frío hay rocío, el reloj recuerda que es la hora de partir, de  juntarse, de aprovechar el buen día que está por venir.
Una vez reunidos hoy se caminara, primero por pista, después por sendero, otra vez por pista y de nuevo por sendero, alegre, estrecho, para disfrutar un buen momento.
En una vaguada hay árboles, de hojas amarillas, que parecen seguir con la vista a los caminantes que les visitan, unas aves grandes, rapaces, también miran desde arriba, una empinada cuesta, en bajada, espera que nadie tropiece, que nadie se caiga, que detrás está una presa de agua, el bocata, la foto de todos para, después, andar hacia el final.
Camino de regreso, la mañana se engalana con colorido de esperanza, o tal vez de esperar, que una buena andanza, tenga el colofón de disfrutar, como buena ocupación, el paseo dado entre la cortina de blanco satén y la vegetación con su variado colorido y su reverdecer. 
Un simulacro de rescate, por cueva, por altura, gente de distintos países, de diferentes culturas definen el fin de trayecto, fin de empeño, por volver a sentir que se puede divertir sin grandes esfuerzos.

Crónica marcha 31/10/18 El Pardo:

Treinta y uno de octubre, miércoles, suena el despertador, unos bostezos, un estiramiento, la radio anuncia atascos en la circulación, un pequeño retraso es casi un premio de consolación.
Cita en el Pardo, comienzo temprano como de diario, por el borde de una carretera, tránsito previo, para subir un pequeña cuesta por pista de tierra, después salir a una pradera, hay bifurcación de senderos, se toma el más certero, el ruido de la urbe ya se va quedando lejos.
A no mucha distancia hay un mirador, en alto, de madera, invitando a un mínimo descanso en el caminar y poner en marcha la atención al paisaje, como si fuese el guía de un museo, va mostrando parte de sus mejores cuadros que están algo lejos, abrigados con unas nubes a modo de bufanda, ha cambiado el tiempo y tentando a la suerte no se avanza nada, se reserva algunos lienzos más para que, desde otro mirador, también en alto y de madera, se puedan contemplar a lo lejos, de derecha a izquierda, igualmente con nubes blancas, suaves, como si fuesen el marco de todas aquellas obras de arte, otros cuadros como la Maliciosa, Cuerda Larga, Cerro San Pedro, las Machotas, Abantos y otros tantos.
Practicando la marcha por senderos hace que, a veces, lo mismo haya una cuesta arriba, que requiera algún esfuerzo, como cuesta abajo que, si además tiene un poquito de barro, obligue a un pequeño ingenio en el manejo de los bastones, de las pisadas, para evitar algún deslizamiento o algúna culada.
En paralelo al río, a un verja como reserva de animales, se llega a un salto de agua a presión, con gruesos chorros, con un salto de altura, sin pértiga, pero que distrae la atención como si humedeciese y relajase alguna que otra tensión.
Último tramo del trayecto, del paseo, de ir poniendo en marcha el proyecto de otra salida, de conocer otros parajes, nuevos paisajes y las mismas ganas de volver a encontrarse.


Crónica marcha  07-11-18 Hayedo Tejera Negra: 

En Ayllón, hermoso pueblo de Segovia, unas palomas cobijadas bajo un puente ven caer  gotas de lluvia que se lleva la corriente de un río, a unos patos desafiando al frío y a un cisne algo encorvado, tal vez echando de menos su lago o tal vez componiendo recuerdos de su pasado.
El grupo de senderismo hoy se abre paso por distintos caminos, hacia un hayedo complaciente, de colorido rojizo, amarillo y verde, con el blanco de la nieve y el azul tamizado por nubes que cubren el cielo. Por senderos en piedra mojada, arroyos con agua en pequeñas cascadas, puentes de madera, carteles que informan al caminante de la flora y la fauna, del ayer y del mañana, transcurre una marcha de otoño pero ya con traje de invierno.
Una fotografía a las hayas, otra a un tejo, una al paisaje, la otra a un compañero, alguna montaña, con una aureola de espuma blanca, como si fuese de canas, mira un poco recelosa preguntando ¿es que a mí no me toca? pues que se sepa que, no hace tanto, fui la protagonista de todas las miradas y de alguna que otra portada.
El tiempo, las horas, pasan despacio, cuando se está a gusto, no hay mejor trato, que ir de la mano del disfrute de un entorno agradable, aunque de clima algo duro, a la vez suave, llueve humedad de esperar alguna sorpresa más, de desvelar algún secreto de su paisaje, de su naturaleza y del lugar de hospedaje de algunos animales, sus habitantes habituales.
A modo de las notas de una canción, los pasos pasan, el esfuerzo se hace partitura, la música termina, pero el destino del camino, empieza con otra nueva aventura, otra andadura por distintos lugares, tal vez desconocidos, pero seguro que se harán familiares.



Crónica 28/11/18 Dehesa del Verdugal-Embalse de Pedrezuela:

Una mañana de luz temprana, iluminada por reflejos de sol, encadenados, traídos de la mano, por una brisa amiga, de un cielo más que inquieto, hermano, la luz pasó a ser color, de tonos suaves, acuarela de pintor, con reflejos agradables.
 Unas bandas blancas, de nubes pasajeras, como testigos de una fría noche, dan los buenos días, con el dulzor de unas entrañables compañeras y buenas amigas.
Se comienza la marcha, se anda, grupo numeroso, por pista de tierra, algún charco, por alguna pradera algo de barro, musgo en las piedras, setas blancas, rojizas, amarillentas, cadenas montañosas reflejadas en el agua de un pantano, con siluetas esbeltas, pequeñitas y el color difuminado.
Un sol tan pronto metido en plena oscuridad, como a la vez recostado en una piedra, por un lateral, bueyes sueltos, mansos, toros encerrados, bravos, ternerillos con sus madres, acompañados, una cueva sin Alí Babá ni ladrones pero sí con algún sueño dormidito por sus rincones, una cigüeña en su nido, otros pájaros por las ramas, un avión hacia su destino, varios patos por el agua.
Se camina por un pasillo, se sortea el fango, dando un salto a la cerca, casi todo es llano, a veces alguna pequeña cuesta, se circunda  un tramo del embalse de Pedrezuela. 
En grupo y charlando se avanza poco a poco, el día despeja, aunque empezó algo nuboso, una parada para tomar el bocadillo, otra para la foto de todos, el pueblo ya está a la vista, lentamente, el camino va perfilando el destino, dejando para la próxima vez, nada lejana, el ánimo de repetir una nueva marcha y de disfrutarla durante otra mañana.


09-01-19 Marcha Las Clavijas de la Pedriza:

A pesar del buen día, la montaña estaba entre apática y aburrida, la cabra montés en familia, el buitre negro o leonado, qué más dá, iba y venía, una mariposa colorida y revoltosa, se posaba lo mismo en una mano que en una hoja, iba a ser un día más, digamos que otro día, ¡pero..oye...fíjate en la ermita! contando gente "uno, diez, trece," ya están todos...¡no, falta uno! te lo aseguro y, como suele suceder, el que no llega antes lo hace después.
Desde lo alto, un pico de montaña, con los brazos cruzados parece decir ¡bueno, qué...empezamos! y esa pequeña tropa con toda ilusión, que a pesar del calor iba cargada de ropa, se pone en marcha, de camino, con total decisión. Se empieza cuesta arriba, se sigue cuesta arriba y, la vista, solo mira para arriba. Por otro lado, el camino, a veces, es amigo, otras, no es que se haga enemigo y se guarezca detrás de una trinchera, pero para encontrarlo casi hay que prestar toda una atención entera.
Animales silvestres, de los que vuelan y también de los pedestres, se recrean viendo, acompañando, a los visitantes, y hasta hacen apuestas, si por las clavijas suben a mano o con alguna cuerda.
La mañana, soleada, displicente, atenta y complaciente, engalana su casa de colores suaves, envolventes, y ya que los pasillos son cuando no estrechos  sí bastante subientes, con sus rocas redondeadas y su vegetación floreciente, de vez en cuando ofrece un balcón para mirar el valle, las tenues y blancas nubes lo mismo que las obras naturales de arte que pone en línea de enfrente.
El grupo de caminantes, mientras avanza, lo mismo fotografía a una montaña que a la ligera brisa que le acompaña pues, aunque sea de aire, también toma una forma femenina, si no de valquiria, sí de una elegante bailarina que se balancea con las acompasadas notas de la mejor partitura, la de la naturaleza, en armonía con su propia pureza.
¡Que sí las Clavijas, que sí la Torreta de los Porrones, que sí la Cruz de Mierlo, que si...para entenderlo... solo hay que decir un nombre "La Pedriza"!

19-01-19 Marcha Hueco de San Blás:

¡Cuanta gente viene hoy a la marcha, sin contar, seguro que treinta, cuarenta o más!, será porque, empezando desde Soto del Real, se va por el Hueco de San Blás, aunque más parece, que es por el buen día que hace y por el entorno por el que se va, que bien lo merece.
Al principio de la senda, unos perrillos guardianes protestan con sus ladridos a los caminantes, ¿cuidan de la hacienda o quisieran también formar parte de esa empresa? A cambio, otros dos, junto a sus dueñas, que pasean en bicicleta, van y vienen, trotan, brincan, sin querer darlos envidia, pero aprovechan su oportunidad.
Un senderito, bastante marcado, adorna una cumbre con una especie de corona, no de rey pero sí de ley, pues para llegar ahí arriba, por la zona de la Pedriza, hay que ponerle mucha fe...como arterias que van desde el firmamento al suelo, una red de sendas van ofreciendo la posibilidad de empezar, y casi no acabar, a que cada cual vaya detrás, o en compañía, lo mismo dá, de los propios sentimientos, ensueños, proyectos...al rumor de un arroyo, algo perezoso, pues apenas se le oye, su padre, un río cercano que desemboca en un pantano, le reprende, pero muy poco, pues le quiere tanto, que no tiene intención de regañarlo, pero sí que haga bien su trabajo...el aire no corre, solo camina al mismo ritmo de los demás, da a entender que, por un día, tampoco se tiene que entregar al soplido de un fuelle, ni suave ni fuerte, asume que hoy es de descanso y que mañana, ya se verá...algo ensimismado, casi como ausente, levitando pero también presente, un jilguerito originario del lugar, va siguiendo al numeroso grupo, suele hacerlo frecuentemente, con casi toda la gente, pero más cuando se siente tan acompañado, arropado y contento de sentir tanto calor humano.
El grupo senderista se va acercando al pueblo, el jilguerillo se va dando la vuelta a su morada, a su casa, la montaña, no sin antes hacer un parpadeo con sus ojillos, para él es hacer un guiño, como lo hace con  tantos y tantos otros caminantes, para él todos son sus amigos, después, cogerá su peluche y, durante la noche, lo abrazará, para seguir sintiéndose acompañado y soñar que, al día siguiente, amanecerá y otra vez acompañará a otro grupo, a nuevos inquilinos...a nuevos amigos.

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