martes, 16 de julio de 2019

Solo y a solas


En una casa aislada, con su establo y redil cercanos, a la ladera de una esbelta y elegante montaña, transcurría la vida de un pastor nacido y criado allí mismo, habiendo tenido pocos contactos con la ciudad. Formado en el trabajo, adiestrado en adiestrar, sensibilizado a otras formas de vida, llegó a ser director de  tropas ovinas y bovinas, teniendo como cuidadores y subalternos a unos dóciles perros pastores.
De pequeño le gustaba jugar con todos los animales con los que convivía en su finca, además de estar familiarizado con la fauna allí existente, se sentía parte de un mundo distinto, para él bonito, porque no necesitaba juguetes animados pues los tenía naturales, pensaba que para qué pedir más, únicamente tenía un pesar y no era otro que sus compañeros crecían más rápido que él, y en poco tiempo veía de adolescentes a los que antes había tenido como crías o cachorros.
Los días nunca llegaban a ser monótonos, sin atractivo, pues aunque habituado a cromáticos amaneceres como pinturas renacentistas o con sonidos armónicos como melódicas sinfonías, si se diluía ese ensimismamiento por unos instantes, no desaparecía la belleza ni se perdía el equilibrio por lo simple, lo sencillo, porque aún quedaban estímulos como las distintas intensidades de azules, el verde de una vegetación que competía en ver si quedaba mejor al óleo o en acuarela, la fragancia única del aire o el maternal calor del sol, que volvían a hacer revivir la calma y sosiego.
Algunas temporadas tenía que abandonar su morada para desplazar a sus semovientes al interior de las montañas amigas, pues el pastoreo que hacía no solo era de llanura, también de altura, no le importaba romper su rutina para proporcionar los pastos más apetecibles a sus reses, el resto se quedaba al cuidado de a quien delegaba en cada ocasión hasta su vuelta. Preparaba su zurrón para unos días, cuando se le acababan las reservas, dejaba a sus lugartenientes al control de los animales, mientras hacía el camino de vuelta al poblado.
En muchas ocasiones, sobre todo en sus idas y venidas, cuando desde lo alto veía humear la chimenea de su casa, sentía cómo se fundían ese vapor de hogar y sus anhelos en un solo cuerpo y ascendían juntos hacia los deseos, se planteaba la necesidad de una compañera, de fundirse también en un abrazo, en unos besos, en unos hijos....en compartir su "yo" con su "ella", de dejar de soñar y de hacerlo realidad. Pero siempre se quedaba en este punto, no quería dar ese paso adelante, oportunidades tenía, pero parecía que no se decidía a romper ese encantamiento, era como si, a modo de Calixto y Melibea, esperase a que una Celestina salvadora le sacara de esa indecisión y de esa soledad sempiterna.

Sequía


Lajas de rocas, con forma de misiles, apuntan hacia el cielo, no son nada belicistas sino que parecen estar buscando el punto más certero de alguna nube para que descargue algo de agua. Árboles con hojas amarillas, marrones, también verdes, beberían el agua a sorbetones. Cielo azul, entre azul cielo y azul celeste, nubes dejándose ver, como cargadas de agua pero, en realidad, ausentes. Todos ellos van dando forma a un paisaje muy suave, amigable, la naturaleza se manifiesta en un otoño de primavera, con camiseta, la nieve lo respeta, por su ausencia. Flora y fauna, sentadas en la puerta de su casa, esperan, a veces rezan, plegarias de deseo con tintes de consuelo, tienen sed, buscan agua para beber.
Por las noches, hay reuniones y asambleas en el firmamento, cada astro da su opinión, excepto el sol, él sabe que puede contribuir a la sequía, pero no quiere sentirse culpable, alega que es conocida su condición, que no puede dejar de trabajar, que hacer una huelga no ha lugar, pues la Tierra, en unos días, se enfriaría y esto sería peor. La luna se defiende, dice que ella por las noches refresca, no echa agua, tampoco anega, pero que ayuda con su bajada de temperatura. Las estrellas no quieren compromisos, recuerdan que ellas lucen cuando el cielo está listo para la tranquilidad, que la noche que llueve, se van. ¿Y las nubes, dónde están, por qué no acuden a la cita? Hay quien dice que han ido a por agua, que en el planeta Marte han oído a los terrícolas que la hay, incluso en abundancia, que han visto a algún bichito de ellos por allí pero, que como no veían que con esto se pudiese solucionar el problema, ellas querían aprovechar esa ocasión. Los días, las noches, van pasando, unos con otros se disculpan, yo hago mi función, dicen, a ver las nubes, es cosa de ellas, a veces han estado ociosas, incluso, junto con alguna tormenta, han malgastado agua a destiempo, sin sentido, y ahora ¿qué?
Pasan "las horas luz" (el tiempo en el espacio debe medirse así), que debo ser yo, que debes ser tú, no hay acuerdo, ni tampoco agua. Algún astro ingenioso propone que el sol centre todos sus rayos en el agua del mar, que la luna y algún meteorito sin destino definido, hagan mientras un eclipse, de esta manera se tiene que evaporar el agua y una vez arriba enfriarla para que se vuelva a hacer agua, agua de lluvia, ir almacenándola para después repartirla por partes de la Tierra de mayor a menor necesidad...pero, ¿y las nubes dónde están, qué hacen? ellas tienen que almacenar el agua, tienen que transportarla con ayuda del viento, y después ir regando pero que sea despacio, no torrencialmente, casi mejor localizar nubes pacientes, indulgentes, nada de nubes inquietas, debe hacerse rápido, pero los aguaceros para otro momento.
Ante estas circunstancias se va viendo la necesidad de un coordinador, un director, una astro con autoridad al cabo, pero ¿quién? Nadie quiere asumir esa responsabilidad, pues dicen que, si sale bien ha sido gracias al sol, a la luna o vaya usted a saber a quién, pero, seguro que si sale mal, no se busca más, ha sido por el coordinador, director o como se quiera llamar. Otro astro, como idea recurrente, propone enviar Perseidas que, al ser una lluvia de estrellas fugaces, podrían soslayar el problema de la sequía, por no burlarse de tamaño desacierto, únicamente se le expone que además de lluvia hace falta que sea de agua. No hay ideas claras, tampoco una gobernanza, cada vez es mayor el trasiego por el espacio abierto. En este ir y venir, otro astro, del observatorio medioambiental, apunta sobre la necesidad de intervenir con urgencia para disolver la cantidad de contaminación que están recibiendo desde fuera. En poco tiempo se pone en marcha un plan de acción en el que la prioridad es que haya lluvia, mucha lluvia, para la Tierra y que, junto con el agua vaya un mensaje: "nosotros os cuidamos, cuidarnos también vosotros"

La tarde llegó...tarde


La tarde venía tardía, parecía que se había entretenido  en su camino, se acercaba como cabeceando, moviendo el cuello de un lado a otro, lo mismo que si tuviese dudas, cuestionándose su andadura. El sol, en su recogida, la miraba displicente, pero serio, no quería que eso se hiciese hábito, no le importaba recogerse algo más tarde, pensaba que eso sucedía en todo trabajo, no obstante tenía que hacérselo notar, era puro tema de educación, si a un hijo o hija se le enseña a cumplir, ¿por qué no a ella? a veces los miramientos no son buenos.
¿Y la luna? ¡trinaba! su planteamiento no era otro que, si empezaba a deshora, no se iba a encontrar a gusto, "que si esa nube se desorienta, que si aquella estrella se despista", ¡esto no puede ser! el sol que haga lo que quiera pero, él se va, ya no es su hora, "amigo" es que es la mía, es la noche y, mira, horas extras ninguna, pues lo mismo al viento le da por soplar, al frío por aterrizar, ¡que no! que si no se lo dices tú se lo digo yo, ¡hasta ahí podíamos llegar!
No se sabe si se hizo la paz o hubo un acomodamiento de la luna pero del atardecer, hacía ya un buen rato, se había pasado a la noche, parecía que con la oscuridad los ánimos se habían clareado un poco, solía suceder así, después del enfado solía venir un tiempo de paz, o tal vez de recapacitar, ¿qué se consigue con un enfado? mínimo otro enfado, era la respuesta, y esto ¿a dónde nos lleva? ¡Eso sí, pensaba, mañana se lo digo! el horario es el horario, lo mires por donde lo mires, pase por esta vez pero ¡una y no más Santo Tomás!
La verdad es que si fuese la primera vez, vale...pase, pero ¡cuidado! que ya sucedió en una ocasión ¡y encima se enojó en sus respuestas cuando se le corrigió y, no...de eso nada, faltaría más! vamos, que llega tarde "la tarde" y ¡cállate! pues no, de ninguna manera, al pan, pan y al vino, vino, así es como me educaron a mí.
En el transcurso hacia la eternidad, pasando antes por el siguiente amanecer, en la alcoba principal del firmamento todo era sosiego, como si de pasar lista se tratase, todos afirmarían su presencia, la Vía Láctea, la Osa Mayor y su hermana la pequeña, Marte, Neptuno, Plutón ... y, en este concierto, se veía algún viajante, como era alguna nave espacial del planeta tierra, curioseando por los cielos.

Momentos


Un día se puso a dejar correr la vista por su entorno, sentado en el comedor de su casa, relajado, miraba los cuadros, el reloj de pared que estaba parado, un adorno de otro país, unos trofeos en la estantería, una foto familiar...momentos.
El reloj no funcionaba hacía tiempo, no lo activaba a intención, marcaba las doce, las dos agujas ahí, superpuestas, ¿mediodía o medianoche? ¿o el valor era el número doce?...momentos.
El piso era antiguo pero bien cuidado, era como ambivalente, pues lo mismo reflejaban el paso del tiempo que una cierta actualidad, convivían lo antiguo con lo moderno, dentro de ello estaba su perro, de cualquier edad, tranquilo, siempre a su lado, tumbado como corresponde a este tipo de animal, la mirada típica también, como si estuviese viajando en el tiempo, reflexiva, se diría que esperando un movimiento, una instrucción, así cada cierto tiempo, giraba el cuello para observar a su amo mientras daba un lengüetazo y volvía a su postura anterior, él también, de vez en cuando, bajaba la vista discretamente y se fijaba en el perro, inmóvil cual estatua posada en el suelo....momentos.
En las ventanas había algún tiesto, las plantas eran geranios, los regaba a diario, echaba poco agua pero aún así era más que el empeño en hacerlo, parecía que había sido una herencia no un deseo, alguna vez pensaba en sustituir al menos las plantas, no quitar los tiestos, pues hacían de pantalla para evitar la mirada de alguien indiscreto, pero, para qué cambiar, se decía, si con ello solucionase algo lo haría, pero sabía que no iba a avanzar nada....momentos.
De fondo sonaba música de la catalogada como Clásica, aunque en otras ocasiones también oía a algún clásico del Blues, del Rock o algunas Baladas, casi siempre en idiomas que no entendía, pero decía que le bastaba en ocasiones la melodía, en ocasiones el tono de voz, en ocasiones el simple golpeteo rítmico de la batería. Estaba escuchando la cuarta sinfonía de Mahler, no era su compositor preferido pero quería oír la voz de la soprano, entre los compositores que más solía escuchar estaba Hydn, sus sinfonías, para él, eran el camino más directo para conectar con este tipo de música, aunque también escuchaba con frecuencia La Sinfonía Fantástica de Hector Berlioz, compositor francés, pero ahora no quería oírla....momentos.
Tenía un libro en las manos, lo leía casi con más devoción que atención, era una novela actual de un autor famoso, uno de esos libros prestados que hacen el camino de ida pero no el de vuelta, suelen quedarse trasnochados junto con otros propios que, o bien no fueron leídos o bien no fueron de una lectura con el mayor agrado. El tema del libro le resultaba interesante, con resonancias personales...momentos.
El aire de la habitación estaba impregnado del olor de un ambientador, en otro tiempo de olor a tabaco, quedaba un cenicero que desde hace tiempo no cumplía esta función, ya no hospedaba colillas en ocasiones de tabaco rubio y en otras de tabaco negro, en días festivos de algún puro....momentos.
Pasadas unas horas se levantó, estando parado, de pie, fue girando la cabeza, recorriendo ese abanico de momentos que eran parte de su historia personal, de esos recuerdos que, lo mismo añoraba como que los dejaría ir de la mano del viento.

sábado, 13 de julio de 2019

Un mundo ideal


Era un pueblo situado en un valle rodeado de altas montañas, los fenómenos meteorológicos solían hacer una excepción. El viento huracanado se convertía en suave brisa, la lluvia torrencial se atenuaba hasta hacerse bruma, el sol calentaba pero sin atosigar, el frío a veces daba vahos de vapor, las tormentas, en las pocas ocasiones que había, eran sin relámpagos y con sordina. Los moradores de este lugar,  tanto personas como animales, disfrutaban de unas condiciones de vida como diseñadas por un arquitecto especialista en sueños.
El humo no era contaminante sino con olor a aromas de eucaliptos, los ruidos se convertían serenas melodías de arpa o clavecín, las prisas en un "pase usted primero". No había competitividad, solo solidaridad, tampoco nadie era extraño pues, aunque se fuese un desconocido, los saludos eran abrazos, la soledad no existía solo la compañía, el yo se convertía en un nosotros.
En la escuela no había pizarra, todo se hablaba, en circulo, quien sabía de algo lo compartía, lo explicaba hasta que el último lo entendía. La medicina era natural, suficiente para vivir en salud, en un ambiente de esta calidad, con descanso y unas plantas, no se necesitaba más. 
Trabajo no faltaba, se repartía entre todos, cuidar el campo y animales era de lo más atractivo , las casas, los muebles, eran también con recursos próximos y sin perjudicar el medio ambiente.
El juego en los niños era creativo, producto de la imaginación, del ingenio, colectivos, de todos amigos, no tenían máquinas, no las necesitaban, se fabricaban lo que hacía falta...la mayoría de las veces jugaban estableciendo unas reglas que se cumplían.
No había más noticias que los acontecimientos locales, no había autoridades, no había dinero, solo ayuda y consejo... 
Cuando salió de su ensimismamiento se dio cuenta que, lecturas maravillosas como el poema "El mundo al revés" de José Agustín Goytisolo, "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll, algunas fábulas...debía espaciarlas más en el tiempo para que la realidad fuese menos costosa de llevar.

Escenas


Los libros estaban en una estantería del salón, colocados en fila y uno inclinado a modo de contención, así en cada línea, por temas, todo muy pensado, escrupulosamente. En la parte superior los que se leían de vez en cuando, eran los de Ciencia, descendiendo una balda, los de Parapsicología, de más antiguos a más modernos, de izquierda a derecha, en el centro los de Novela Negra, estaban muy usados, los picos de las hojas doblados, en este lineal no hacía falta libro inclinado de contención, estaba completo, incluso se había habilitado la tabla siguiente para esta serie y, por último, abajo la colección de Brujería.
La casa, en general, era sombría, a intención, luz tenue, indirecta y lámparas de pocos vatios, el salón, si cabía, era aún más lúgubre, a pesar de ello y aunque parezca el mayor contrasentido, brillaba de limpieza, si se levantaba un libro antiguo, con rastro de no haberse movido hacía tiempo, al pasar el dedo por las hojas o al hojearlas, no aparecía ni una brizna de polvo, aunque hubo quien dijo que en una ocasión si lo vio, era "polvo de estrellas" como si correspondiese a las cenizas de un antiguo científico que moró un largo espacio de tiempo en aquel lugar.
Situada en las afueras de la ciudad la arquitectura era muy particular, la fachada principal tenía siempre la puerta abierta, se confiaba que no iba a haber intrusos, las ventanas delanteras, y de un lado a otro, variaban de tamaño, desde dos grandes ventanales a ventanas pequeñas, repartidas en las dos alturas de la mansión. En los laterales de los ventanales había dos pequeñas columnas, de adorno, pero con unos capiteles en los que aparecían figuras mitológicas que podrían corresponder a algún astro desconocido, no se aconsejaba detenerse mucho a observarlos pues, aunque no se le daba demasiado crédito, se hablaba de leyendas con algún maleficio.
Todas las ventanas estaban cubiertas con visillos oscuros en los que si se iba girando la mirada a lo ancho y/o alto del telar parecían distinguirse diferentes figuras deformadas y animales extinguidos a través de hologramas en colores metálicos, pero muy difuminados.
Los alrededores estaban circundados por cipreses, algunos casi centenarios, y setos cortados o bien en forma de hoz o bien de guadaña, a los lados de un camino que acababa en la entrada de una cueva, a la que se podía descender por una escalera en mármol amarilleado por el tiempo, pero antes había que abrir una verja de dos hojas que simulaba una gran boca de un animal voraz, detrás estaba una puerta de madera que se habría en dos mitades y, para abrir la parte de arriba había un hueco en circulo por el que se tenía que introducir la mano sin saber qué podría haber o qué podría pasar al hacerlo.
En el trascurso de los minutos el silencio parecía que podría rasgar hasta la propia oscuridad, el viento algo agitado incendiar el cercado en piedra de la finca, el ir y venir de unos clamores en forma de aullidos lo invadía todo...al fondo iba emergiendo una silueta, lo más parecida a una persona...un intenso foco de luz y...¡corten! ¡corten! hay que repetir la escena otra vez...

Caminando


Casi todos los días salgo a caminar, cuando paso por el parque ahí le veo, como una esfinge, encogido por la edad, apoyado en un bastón casi más alto que él, es así de pequeñito, lleva puesta una desteñida gorra  verde, debe ser de una Caja Rural, está muy desgastada, un cigarrillo a medio consumir entre dos dedos de su mano derecha, es menudo, pequeño, me recuerda a un tío mío del pueblo. No le conozco, solo de vista, pero me saluda como si fuésemos viejos amigos, le respondo con cortesía, creo que se la merece, parece estar solo en la vida, la mirada perdida no sé si al pasado o al futuro, está sentado, no para el tiempo, lo deja pasar, como compañero de los árboles, está en silencio, yo salgo a caminar, él a sentarse, yo a intentar participar en la vida, él a contemplarla, cuestión de edad. A su lado está una paloma, acurrucada, ¿quién acompaña a quién?... al menos están juntos, no se estorban, tampoco van de la mano, están, que ya es bastante, cada uno hace su función en la vida, él debió volar algún día, ella parece cansada de hacerlo. Me voy alejando, les voy viendo más pequeños, pero ¡qué grandes! son reflejo de una realidad, de uno mismo, cualquiera de los dos hablan de mí o de ti, hablan en silencio, va creciendo alguna nube, siento que son sus sueños, es blanca, pequeña... ilusionante, como manto caluroso en el frío transcurso del tiempo. Continúo mi camino, el de siempre, acompañado por una molesta mosca, doy mil manotazos al aire pero, cual avión de guerra, vuelve a aterrizar en mi ya descubierta cabeza, parece ser su objetivo, pertinaz, molesta, no me deja, mi sudor debe ser su apetecida miel, ¡qué mal gusto! propia naturaleza.
A veces salgo a buscar algo, algo perdido en la almohada de los sueños, sueños enredados en algún pliegue de la tela o de mi ya añeja piel, enredados en otros sueños, los de la infancia, pequeños, de juventud, siempre inquietos y, los más recientes, algo encubiertos.
Una vez más, por la tarde, en mi deambular por la soledad, me lo cruzo, me detengo y le saludo, hablamos pero esta vez ya no es del tiempo, sino de nuestras ocupaciones a esas horas, los paseos. Por la mañana se mueve en el otro extremo del parque, entiendo que algo más alejado de su Residencia de la Tercera Edad, hasta la hora de comer, por la tarde está por aquí, hasta la hora de cenar, según él "después de comer cuesta más hacer las cosas" también, según él "la vida está muy espachurrá" Hablamos frente a frente, en mitad del camino, me dice que ya lo que le queda es pasear, muestra un semblante de cierta preocupación, pierde la vista por un momento, levemente encoge los hombros y me devuelve la mirada, algo interrogante, como esperando una respuesta tranquilizadora, diría que esperando una solución, una solución que seguro él ya conoce, parecería que había auscultado mis propios pensamientos, me mantengo en silencio. Con o sin gorra, con o sin bastón, con o sin paseos, nos está retratando, nos guste o no, la vida está muy "espachurrá" Se va alejando mirando a su derecha, después a su izquierda, parece que duda, cómo si no supiese el camino, ese que recorre todos los días, antes de comer, antes de cenar....antes de, algún día, volar.
Un vez más, desde la distancia, veo que está sentado en un banco, probablemente recuperando fuerzas, los pasos ya son con tres apoyos, el bastón se hace imprescindible, hoy también se incluye un paraguas, han aparecido las lluvias, de agua, las de problemas siempre están presentes, le veo algo echado para adelante, sin apoyarse en el respaldo del banco y encogido, le saludo para atraer la atención, parecía estar en sus asuntos, es decir, pensando despacito, sin una secuencia ni consecuencia, sale de su mundo también despacito, ya no existe la prisa, se marchó con la juventud, con la vitalidad, surge el diálogo de quienes tienen poco que decir o de decir lo poco que se tiene en ese momento ¿qué contar a quien ya casi solo le quedan los cuentos?, los cuentos de pequeños a mayores, los que le contaron y volverá a escuchar. Su expresión es difusa, lenta, a golpes de aire cargados de experiencia, mira pero siento que sin ver más que sus pensamientos, probablemente sencillos, los que fueron complejos quedaron atrás hace tiempo, ya no tienen hueco en su mente, desaparecieron con los desvelos de entonces.
Han pasado un par de días y me lo encuentro de nuevo, otra vez al borde del camino, pero está sentado sobre una barandilla de madera, como tantas veces mira hacia el frente, abstraído, acompañado por su silencio, el pensamiento no se oye, tampoco pesa, solo lo hacen los sentimientos y parece tener alguno, pasado o presente o de ningún otro tiempo. Detengo mi marcha y le saludo, le hago bajar de la magia del verbo interno, de las palabras que no se articulan, de las que no se las lleva el viento, me devuelve el saludo, sube la mirada con expresión de querer saber, de conocer quien le ha roto su pasatiempo, el semblante es de sí y no, de qué quieres en este momento, todo el que pasa me saluda porque yo lo hice primero, parece querer decir "estaba acunando un sueño y me lo has despertado, ¡con lo bonitos que son los sueños!" Le pregunto cómo está, de si disfruta de su paseo, de cómo le ha ido el día, de....me responde de su actual vida, de su jubilación, de cómo tuvo que dejar su pueblo hace tantos años, aún vivos en su recuerdo, de cuando tenía "una vaca y una chota, algunas cabras sin redil, una casa y treinta años menos". Mientras le escucho pienso, tiene unos ochenta años y un frustrado deseo, haber seguido aquella vida y no la actual de una ciudad alejada de los campos de cultivo, de las eras de centeno y trigo. Me dice que ve poco la tele, si acaso las noticias pero nada de "portes" (deportes), no le gustan "los portes" no le sirven de entretenimiento.
A veces, cuando paso, no está, me invade cierta preocupación, siento el vacío de la ausencia, ¡qué tontería! ¡si ni siquiera sé su nombre! ¿qué temo?...sigo mi camino, se habrá ido ya, me digo, pero noto que el paisaje está incompleto, es un cuadro sin terminar de pintar.