jueves, 11 de julio de 2019

De mañana

Como todas las mañanas había salido a hacer marcha durante una hora, siguiendo su programa de recuperación y mantenimiento. Con frecuencia iba cambiando de recorrido, llevaba poco tiempo viviendo allí y quería conocer la zona. En esta ocasión se metió por unas construcciones de viviendas bajas con jardín. Habitualmente iba oyendo música, de todo un poco, primando las de un ritmo algo vivo, que le marcase un paso más alegre. Como era un hombre alto, según avanzaba, alcanzaba a ver el interior de algún jardín, piscinas, hamacas, pequeños columpios, alguna mascota tumbada o moviéndose por el interior, todo como correspondía a este tipo de viviendas. En este trasiego percibió una escena que le llamó la atención, aunque la música no la tenía a mucho volumen, se quitó los auriculares y empezó a oír más nítidamente los quejidos de un perrillo junto a una mujer caída en el césped, no estaba tumbada parecía más bien como un desmayo. Apoyándose en la verja consiguió entrar y acercarse a aquella mujer, "Trasto" el perro mascota, con movimientos giratorios en torno a ella, gruñía, se acercaba y se alejaba, miraba para todos los lados como queriendo pedir auxilio.
Aunque no sabía su nombre le llamó, el animal no obedecía, estaba obstinado en atender a su ama, volvía a gruñir parecía como que decía "despierta...levántate" sonidos con marcado tono de lamento, era un animal pero mostraba sus nobles sentimientos.
Acercándose a ella, primero echó a un lado a Trasto, después puso el envés de una de sus manos a la boca de ella, notó que respiraba, poniendo los dedos sobre la muñeca derecha sintió palpitaciones. Le hizo algún movimiento como de reanimación y al cabo de poco tiempo, abrió lentamente los ojos, empezó a moverse, a intentar coordinar dónde podía estar, qué le había podido suceder.
Él era un hombre fuerte, hacía mucho deporte, desde que le dieron la Baja por incapacidad laboral, siempre le preocupó una cosa, como decía en plan jocoso "si no estoy capacitado para trabajar sí lo voy a estar para vivir" había conseguido, con esfuerzo, tesón y en contra de todo pronóstico, no solo contener su incapacidad sino adaptarse a vivir solo, con autonomía, valerse por sí mismo y, además, "ponerse en forma". Llevaba años superándose, consiguiendo nuevas metas, a hacer fácil lo difícil, a poner un rastro de alegría en una expresión triste, propia o ajena, sabía que cada amanecer era otra oportunidad de volver a nacer, no solo a la vida, también al optimismo, a mirar al futuro de cada día, pues esta no era poca tarea según él: "el mañana es lo siguiente al hoy, el ayer siempre me dirá lo que fui y lo que debí ser, si mejor, mejorando, si algo peor, no volviendo a empeorar, el futuro es como un hermano, te hablará del camino que él ya ha andado y te aconsejará cómo debes hacer...ahora, depende de ti cómo actúes, probablemente será de la forma más certera".
Habían pasado unos minutos, a las preguntas de qué le había pasado él solo pudo, sonriéndola, explicar lo que sabía, el comportamiento de Trasto, que desde que su ama estaba en el, césped no se había separado de ella, después de unos suaves lametones, era el de estar tumbado a su lado, la cabeza apoyada en uno de sus brazos y ya con semblante tranquilo, alerta, pero sosegado, calmado, con una expresión que parecía decir ¡vaya susto! De vez en cuando miraba también al hombre, durante unos segundos, sin mucha imaginación se percibía que le decía "gracias, te lo debo a ti...gracias"
Ella empezó, primero a disculparse por lo sucedido y, después, a contarle quién era, cuál era su historia, el por qué de vivir sola, de sus mareos, no eran habituales pero los había tenido más veces, de hecho estaba en tratamiento, cómo había decido tener al perrillo, a Trasto, se quedó con este apodo, más que nombre, porque de cachorro era eso "muy trasto" pues revolvía por toda la casa cuando ella dormía, o había tenido que salir a la calle, con todo el frío del invierno, a buscarle porque se había ido corriendo detrás de cualquier otro animalillo, era así con frecuencia, ella le quería más cada día que pasaba pero, en ocasiones, cuando estaba muy cansada por el trabajo, se plantaba delante de él, le hacía sentarse, doblando las patitas traseras y le regañaba, aunque no entendiese todo lo que le decía, Trasto miraba fijamente, no se movía, si acaso se relamía un poco el hociquillo con la lengua, ladeaba la cabecita y aguantaba el chaparrón, el desenlace siempre era el mismo, ella le daba un achuchón y lo cogía entre sus brazos.
El hombre, por su parte, persona muy sociable y abierta, también pormenorizó sobre su historia personal, en qué había trabajado para pagarse sus estudios, cómo cuando mejor le iba la vida  la chica que era su amiga y con la que tenía proyectos de futuro, se tuvo que marchar lejos, a otro país, sin posibilidad de retorno, al no mucho tiempo enfermó, llegó a especular sobre la posibilidad de que el origen de su enfermedad fuese psicosomático, aunque nunca creyó en ello, pues había otros motivos de más peso.
Ella ya se había incorporado hacía un rato, tan pronto miraba al hombre como que fijaba la vista en Trasto, ya se encontraba totalmente recuperada, le invitó a entrar en la casa, terminó también de contarle su pasado de, igualmente, cómo lo que tenía que haber sido no pudo ser, con una sonrisa de matiz muy cómplice, se acercó a él, le cogió de la mano...la escena romántica fue interrumpida por un momento por Trasto, durante unos segundos reclamó su espacio y, después, se fue....intuía que debía dejarlos solos.

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