El tiempo lo
medía un reloj sin manecillas, los minutos eran el transcurso de ese tiempo y
las horas eran de un minuto. Estaba cayendo el último rayo de sol, su
pensamiento también estaba con una única idea, iba conduciendo más pendiente de
sus adentros que del volante, era un conductor experto, profesionalmente casi
vivía de la carretera, aún así, conducía por inercia, con la atención dispersa.
Sus pensamientos se iban moviendo al compás del volante, circulaba por un
puerto de montaña, mente y coche hacían los mismos giros.Ya se había echado la
noche y aún no tenía decidido qué hacer, dónde ir, no iba deprisa, por esta
vez, debía ser producto del cansancio porque habitualmente, y por necesidad de
ganar tiempo, sí lo hacía. Ahora estaba
de descanso por una zona donde tenía cerca tanto el mar como la montaña, los
días que llevaba por allí hacía esto, ponerse a conducir sin rumbo fijo,
quemaba kilómetros en el vacío, sin destino o tal vez que no quería llegar a
uno en concreto, lo conocía pero al final lo eludía.
Todas las
tardes repetía la misma rutina, incluyendo que cuando volvía al apartamento
también, mecánicamente, cogía aquel libro, el que empezó a leer hacia tiempo,
se lo había regalado su amiga, pero se veía incapaz de terminarlo, era como un
amuleto, un regalo que le servía de representación de la persona que se lo
regaló, pero pensaba que si lo leía completo se acabaría todo, pues el tema del
libro era de una despedida, de un "hasta nunca" y tenía miedo de que
con él también fuese así. Los dos eran
personas de carácter y, a la vez, muy apasionadas en el amor, esto había hecho
que hubiesen tenido grandes diferencias en el diario lo mismo que grandísimos
encuentros en la pasión.
Una de esas
tardes se acercó al pueblo donde estaba ella, paró el coche enfrente a su casa,
a poco de llegar vio su figura por la ventana, estaba tomando una taza de té,
seguro que era té, porque se había aficionado a tomarlo años atrás cuando
hicieron un viaje por Inglaterra, fue siguiendo el movimiento de acercarse la
taza a la boca, sorbos pequeños, cada minuto aproximadamente, no tenía dudas,
era ella. Mientras tanto el motor del coche seguía funcionando, dudaba si
pararlo o no, dudaba de qué hacer...estaba cayendo el último rayo de sol, como
su pensamiento, él también estaba con una única idea, seguir o no.
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