Recuerdos, su vida actual se fundaba en
recuerdos, parecía que los años cumplidos se basaban en la cantidad de
acontecimientos que, después, pasarían a ser recuerdos.
Como álbum de fotos, pegadas por años, por
eventos, los recuerdos, a veces en racimos, a veces sueltos, los tenía
abiertos, atentos, a recordar lo que fueron, a su a qué y a su por qué, a su
orden en el ayer, a si fueron felices o no, a recordarlos cómo fueron y
cómo podían haber sido, a clasificarlos según su sentido.
Impregnado de ellos, podría llegar a pensarse
que él mismo era un puro recuerdo, su ropa, su peinado, su deje a pueblo,
aunque en origen era de ciudad, su calzado particular, su cuello de camisa
abrochado, como amarrado a otro tiempo...su semblante transmitía el pasado, lo
más pretérito, parecía una imagen de antaño.
Más que andar deambulaba, como si estuviese
destinado a un ir y venir del pasado al presente, del presente al futuro y de
este al pasado, para repetir ese ciclo, una y tantas veces al día, tantos días
como recuerdos. Si infantiles, tiernos, si de joven, inquietos, si de maduro,
más serenos y si del día de hoy, en silencio. Casi hablaba solo en pasado, eran
descripciones del tiempo, más cerca de historias que de bosquejos, la mirada
con brillo o sin él, según sus sentimientos, tenía los dedos de la mano en
suspenso, quietos, podía señalar con cualquiera de ellos, pues lo indicado
siempre eran ensueños.
Recuerdos de la Casa de Socorro, cuando uno se
hacía una brecha, el Samur no existía, aún estaba en la despensa. Recuerdos de
la "M" de muerte, en los pliegues en las manos y de la "S"
de segura, en los pies, qué susto y preocupación de lo que es irremisible y te
lo contaban como una triste canción. Recuerdos de la tele sin color se la ponía
un filtro como premio de consolación. Recuerdos del parchís al que faltaba
alguna ficha, con un solo dado y dos cubiletes del mismo color. Recuerdos de
las chapas con la cara recortada de un ciclista, de un futbolista, detrás de un
cristal pegado con jabón verde, así se jugaba y el protagonista no se pierde.
Recuerdos del la espiga en el campo dorándose y, poco a poco, granando.
Recuerdos del tranvía que si no hacía su parada, se le retiraba el trole de la
corriente y ya no andaba..recuerdos del no sabía qué, recuerdos del qué sabía
él.
La ventana de su vida estaba abierta, dejaba
pasar tanto el aire fino como el grueso, respiraba anhelos, transpiraba
sentimientos, su corazón latía afectos, desechaba desencuentros, abrazaba los
buenos sentimientos. Al recordar cambiaba el semblante, a veces reía, otras su
rostro se convertía en una interrogante, siempre que se daba la vuelta a su
interior era como si se convirtiese en la propia crónica del tiempo. La piel
algo arrugada, el pelo canoso, un poco encorvado y la mirada en reposo, más parecía
una figura de un cuadro de cualquier época clásica que una persona real, él
decía que sin los recuerdos no habría pasado, no habría futuro, no existiría el
tiempo, que el sentido de la vida de una persona eran los recuerdos.
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