jueves, 11 de julio de 2019

Recuerdos


Recuerdos, su vida actual se fundaba en recuerdos, parecía que los años cumplidos se basaban en la cantidad de acontecimientos que, después, pasarían a ser recuerdos.
Como álbum de fotos, pegadas por años, por eventos, los recuerdos, a veces en racimos, a veces sueltos, los tenía abiertos, atentos, a recordar lo que fueron, a su a qué y a su por qué, a su orden en el ayer, a si fueron felices o no, a recordarlos cómo fueron y cómo podían haber sido, a clasificarlos según su sentido.
Impregnado de ellos, podría llegar a pensarse que él mismo era un puro recuerdo, su ropa, su peinado, su deje a pueblo, aunque en origen era de ciudad, su calzado particular, su cuello de camisa abrochado, como amarrado a otro tiempo...su semblante transmitía el pasado, lo más pretérito, parecía una imagen de antaño.
Más que andar deambulaba, como si estuviese destinado a un ir y venir del pasado al presente, del presente al futuro y de este al pasado, para repetir ese ciclo, una y tantas veces al día, tantos días como recuerdos. Si infantiles, tiernos, si de joven, inquietos, si de maduro, más serenos y si del día de hoy, en silencio. Casi hablaba solo en pasado, eran descripciones del tiempo, más cerca de historias que de bosquejos, la mirada con brillo o sin él, según sus sentimientos, tenía los dedos de la mano en suspenso, quietos, podía señalar con cualquiera de ellos, pues lo indicado siempre eran ensueños.
Recuerdos de la Casa de Socorro, cuando uno se hacía una brecha, el Samur no existía, aún estaba en la despensa. Recuerdos de la "M" de muerte, en los pliegues en las manos y de la "S" de segura, en los pies, qué susto y preocupación de lo que es irremisible y te lo contaban como una triste canción. Recuerdos de la tele sin color se la ponía un filtro como premio de consolación. Recuerdos del parchís al que faltaba alguna ficha, con un solo dado y dos cubiletes del mismo color. Recuerdos de las chapas con la cara recortada de un ciclista, de un futbolista, detrás de un cristal pegado con jabón verde, así se jugaba y el protagonista no se pierde. Recuerdos del la espiga en el campo dorándose y, poco a poco, granando. Recuerdos del tranvía que si no hacía su parada, se le retiraba el trole de la corriente y ya no andaba..recuerdos del no sabía qué, recuerdos del qué sabía él.
La ventana de su vida estaba abierta, dejaba pasar tanto el aire fino como el grueso, respiraba anhelos, transpiraba sentimientos, su corazón latía afectos, desechaba desencuentros, abrazaba los buenos sentimientos. Al recordar cambiaba el semblante, a veces reía, otras su rostro se convertía en una interrogante, siempre que se daba la vuelta a su interior era como si se convirtiese en la propia crónica del tiempo. La piel algo arrugada, el pelo canoso, un poco encorvado y la mirada en reposo, más parecía una figura de un cuadro de cualquier época clásica que una persona real, él decía que sin los recuerdos no habría pasado, no habría futuro, no existiría el tiempo, que el sentido de la vida de una persona eran los recuerdos.

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