Por las noches rezongaba en
voz alta antes de dormirse, aunque desde hacía mucho tiempo no era creyente,
parecería que rezaba, pensaba que tenía que comunicarse con alguien a esas
horas, aunque solo fuese con la propia oscuridad, ¿por qué no? se decía a sí
mismo ¿es que la parte de la vida que no se ve no tiene derecho a una atención?
¿a que haya quien se dirija a ella, aunque parezca que sea en forma de sermón?
Era un hombre enjuto y
testarudo, pues si los límites de una hacienda que tenía decía que eran hasta
donde él pensaba, ya le podían enseñar escrituras legales que no, que se ponía
encima de una línea y de ahí no le movían, razonaran lo que razonaran. Si
cuando sacaba su ganado a pastar tenía que atravesar un terreno ajeno para
llegar a un arroyo lo hacía una y otra vez, por más que le llamasen la
atención, y que le recordaran la proximidad de un abrevadero.
Pasaba muchas horas por el
monte, había recorrido tantas veces el mismo camino que se había quedado
marcado un sendero al que puso el nombre de "destino". En la parte
alta de alguna pequeña colina, mientras el ganado comía, solía meterse en una
especie de nebulosa de pensamientos y sentimientos, tanto positivos como
negativos, los barajaba como si fueran naipes en manos del mejor crupier,
sopesaba cada idea y cada afecto. Lo mismo evaluaba, una vez más, una decisión
sobre unas tierras tomada en tiempos pasados, que sobre la ruptura con la chica
que estuvo en noviazgo y que de esta relación solo quedaban algunas fotografías
en negro y blanco.
Para él fue una relación muy
completa, se encontraba muy bien, pero su carácter difícil de sobrellevar,
tendiendo a ser arisco, no mala persona, hacía que esta segunda cualidad
quedase ensombrecida, por no decir que desaparecía ante el juicio de quien le
rodeaba. Mostrarse afable, bondadoso, cercano, para él era una auténtica
debilidad que no se permitía, de ahí su postura crítica y distante, de ahí
también que, a solas, estuviese en un continuo debate, asemejaría al
pensamiento del poeta " en paz con los hombres y en guerra con mis
entrañas" aunque en su caso solo había “belicismo”, aun así lo que más
deseaba era la paz, la tranquilidad, el sosiego.
El pueblo donde vivía era
pequeño, todos se conocían, sabían de sus virtudes y sus defectos. Si se le
valoraba como trabajador se le apartaba por su malhumor, lo perdía todo por
ello, si un día mostraba una atención a quien la necesitara, lo hacía de
corazón pues, a la vez, estaba pidiendo cariño de forma encubierta, pero
enseguida lo envolvía con una apariencia de desagrado. De niño, por su pequeña
envergadura y sus orejillas abiertas de lado, hicieron que fuese la mofa de los
demás y su reactivo fue el de modelarse en contra de todo y de todos.
Sin saber por qué, un día de
mañana, se puso su mejor pantalón de pana, camisa blanca y con un ramito de
flores silvestres, se presentó a la puerta de la casa donde vivía su amiga, su
novia, y a corazón abierto se manifestó como realmente era, con una sonrisa,
pidiendo perdón y ofreciéndole todo su afecto y amor junto con este poemita:
Si quiero escribir un verso
hablo de tu mirada
sólo con ello
escribo una balada,
si quiero escribir un verso
hablo de tus ojos
centellas de invierno
luces de otoño,
si quiero escribir un verso
hablo de tus labios
con forma de beso
mi anhelo diario,
si quiero escribir un verso
hablo de tus manos
caricias de cielo
vuelo de pájaros,
si quiero escribirte a ti
mujer, no hablaré en verso
porque sólo sabré decir
¡te quiero!
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