Era un hombre
curtido por el tiempo, en sí decía que esa era su edad, según él los números no
reflejaban la verdad. Iba solo, de la mano de "la soledad" cuando se
cruzaba con alguien bromeaba: "aquí mi compañía, lo único que tiene de
valor es su nombre de mujer, nunca me abandona ni creo que ya lo haga, me estoy
planteando el empezar a apreciarla"
En su
caminar se cuestionaba muchas dudas, pensaba ¿si los caminos tienen desvíos, bifurcaciones,
cruces, cómo elegir el correcto cuando no lo sabes? Si eliges el erróneo te
puedes perder, y, si escoges el correcto lo debes aprender para no olvidarlo
nunca. Este discurso, u otros similares, eran su continuo trajín "los
Picos altos me atraen, si no me da mal de altura o vértigo, por andar casi sin
suelo, también me gustan las nuevas experiencias, si no me veo atrapado en
ellas".
Por estos
entonces la mochila la llevaba vacía, únicamente tres llaves, una era la de su
casa, las otras dos muy antiguas, sin apenas brillo, parecían de una época
anterior, las tenía para proteger dos arcones. En uno guardaba los recuerdos
agradables en el otro los tristes, al primero lo cerraba con la llave para
asegurarse que no los perdería, al segundo ni le bajaba la tapa, pensaba que
así, tal vez, algún día se habrían ido.
Cuando
estaba activo su vida era como ir por una autopista, sin límite de velocidad,
cada vez más deprisa, había que seguir y seguir, no daba tiempo a volver la
cabeza para mirar atrás, así pasaban los años, los acontecimientos. El arcón
triste se saturaba, el arcón alegre iba más despacito, con frecuencia lo tenía
con la llave echada durante algún tiempo, aún así decía que se sentía bien, no
se atrevía a decir la palabra "feliz"
Empleó buena
parte de su pequeño tiempo libre planteándose, como él decía, cuestiones
"filosóficas, metafísicas, e incluso, parapsicológicas, como: por qué
salud y enfermedad y no solo la primera, por qué rico y pobre si somos todos
iguales, por qué feliz y triste...bueno, ahí sí, tengo mis arcones..."
Desde hace
mucho tiempo su espíritu deambula por el firmamento, aún confía tener las
respuestas que no obtuvo en su momento. Hay quien dice que alguna noche de luna
llena, cuando el cielo se ilumina, se ve una silueta humana trepando distintos
astros y que, de vez en cuando, se para, se quita la mochila de la espalda,
mira en su interior...y sonríe.
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